LA REINA DE LOS ZANCUDOS
1º) LA REINA
2º) DISFUNCION ERECTIL CLINICA
3º) PRIMER ATENTADO
4º) LA ADOPCION
5º) SEGUNDO ATENTADO
6º) MUERTE DEL CORONEL
7º) EL CONCIERTO DEL PEDREGAL Y LA GATIADA DE JAIME
8º) ENCUENTRO AMOROSO
9º) MISA NEGRA Y ORGIA
10º) LOS CANES Y EL INCIDENTE DEL PARQUE PANAMERICANO
11º) LA NOCHE DE LOS ZANCUDOS
12º) ROMPIMIENTO AMOROSO
13º) MUERTE DE ALICITA
Alicita le llamaban sus amigotas, Alicia su nombre; nacida en el puerto fluvial mas norteño del departamento otrora grande del Cauca, en las convergencias de los ríos Cauca y Palo, donde llegaban los barcos a vapor alimentados con los leños de los cada día mas descuajados bosques ribereños, naves que surcaban las aguas del gran río Cauca descargando la heterogénea mercancía de sus hinchados vientres; cargas disímiles en su totalidad: Personas, animales, plantas, mercancías, maquinaria; elementos humanos, animales, vegetales y materiales que absorbía la región Vallecaucana ante la arremetida de la colonización interna que se daba en Colombia y en forma especial por la colonia Antioqueña que se empeñada en conquistar tierras y mercados que se conjugaban con la agricultura y la ganadería.
Alicita nació ahí en ese puerto fluvial al que llegaron sus padres procedentes de departamento de Antioquia a principios del último siglo del anterior milenio, llamados por las oportunidades de enriquecimiento que ofrecía el puerto, por aquel entonces gran productor agrícola y ganadero, destacándose la producción de cacao, donde un día desembarcaron del vapor Cabal en el muelle del pueblo, buque posteriormente se hundiría en el rio Cauca el 7 de Diciembre de 1.924 en el remolino Román en las cercanías de Guacarì, Valle.
Don Juan De Dios y su esposa Doña Alejandrina, ligeros de maletas y aún sin hijos, una vez que pisaron tierra caucana recorrieron las calles enlodadas y polvorientas del poblado, donde después de saltar algunos charcos avistaron el estanco departamental y optaron por entrar en el establecimiento con el fin de obtener información acerca de la ubicación de un hotel donde pudieran pasar su primera noche en aquel antiguo palenque convertido ya para la época en un pujante y prospero municipio, polo del desarrollo regional del norte del departamento del Cauca.
Después que Juan saludó al estanquero, se tomó un trago de aguardiente y su esposa un refresco, hicieron algunas preguntas a aquel manifestándole el deseo de radicarse en el pueblo, mientras que en su interior gestaban las ideas a fin de escoger la actividad laboral a que se dedicarían al lograr establecer raíces en aquel puerto.
Mientras esto ocurría Don Juan observó como los habitantes del pueblo consumían bebidas embriagantes en un día de semana, jueves por cierto. También observó Don Juan como los habitantes eran igualmente asiduos consumidores de dulces procesados del azúcar y la panela.
Informados por parte del estanquero sobre la ubicación del hotel, los esposos se dirigieron por la calle paralela al rio, y en sentido contrario a su curso caminaron hacia la Plaza Chiquita, sector donde se alojaron a pasar su primera noche en aquel puerto.
Poco fue el sueño que disfrutaron, durmieron poco porque esa noche soñaron despiertos tratando de encasillar el futuro en actividades que les permitieran realizar el sueño de sus vidas.
Ya a la madrugada los esposos lograron dormirse después de repasar posibilidades y pretender levantarse temprano al día siguiente para explorar en la realidad las oportunidades que les ofrecería ese hasta ahora desconocido pueblo de sus aspiraciones.
Levantaronse tarde a la mañana siguiente, ya que el cansancio del viaje y la gran parte de la noche que pasaron en vela fundieron a la pareja en un profundo sueño en el que soñaban dormidos los sueños que pretendían realizar y que soñaban también despiertos.
Un extraño sueño despertó sobresaltada a Doña Alejandrina: soñaba que paseaba por la orilla de un río buscando un sitio donde llegar a las aguas y tomar un baño, ya que un abrasador calor la invadía y sudaba profusamente.
Al abrir sus ojos, efectivamente Doña Alejandrina sudaba abrazada a su esposo Juan De Dios. El también despertó sobresaltado. Miraron el reloj despertador que para aquel amanecer no habían escuchado como era costumbre. El reloj marcaba las once de la mañana y para esa hora la temperatura alcanzaba los treinta grados centígrados. Hicieron uso del lavabo y se dirigieron al comedor del hotel en busca del desayuno. Obtuvieron información adicional sobre el pueblo y salieron a caminar en busca de una vivienda en alquiler que les permitiera establecer domicilio en aquella población y desarrollar alguna actividad comercial de acuerdo a las aspiraciones de la pareja. Después de recorrer por algunos lugares del pueblo solicitando la vivienda en alquiler y conversando con algunas personas que curiosamente también les hacían preguntas al notarlos que eran forasteros, los recién llegados lograron ubicar una casa que daban en arrendamiento.
Era una casa de bahareque construida en un lote de mayor tamaño al que ocupaban las dos piezas, la sala, la cocina y en el fondo un solar que tenia árboles de naranjos, nísperos, caimitos, sapotes, unas matas de bananos y plátanos e incluía un servicio de letrina a la que se accedía por medio de gradas, letrina construida en ladrillo quemado y cemento y que sobresalía del nivel común del resto de la casa.
La casa pertenecía a una dama del pueblo que tenía varias para alquilar. Don Juan y Doña Alejandrina dialogaron ampliamente con la propietaria del inmueble intercambiando preguntas sobre inquietudes que las partes tenían acerca de cada quien. Acordaron las condiciones del contrato y los esposos resolvieron volver al hotel donde se habían hospedado y dejado sus ligeras maletas.
En el retorno al hotel observaron con mayor cuidado las actividades que realizaban los lugareños, procurando entrever o vislumbrar indicios y factores determinantes para establecer alguna clase de negocio, ya que el propósito de la pareja era el de vincularse al comercio.
En su recorrido aparte de lo observado el día anterior vieron que el consumo de tabaco era abundante.
Al regresar a la vivienda que habían alquilado hablaron de nuevo con la arrendadora quien vivía en la casa contigua, enterándoles sobre lo relacionado con el tabaco y los dulces.
La arrendadora les dio indicaciones sobre la forma de producir el dulce y donde conseguir los tabacos. Don Juan le averiguo a su interlocutora donde encontrar una carpintería.
Manifestándola a su esposa que iba a salir de nuevo, esta vez solo, Juan De Dios se despidió no sin antes decir a Alejandrina que regresaría pronto.
Al cabo de dos horas Don Juan de Dios regresó cargando a sus espaldas un bulto consistente en un saco de fique usado para empacar. Empezó a desempacarlo de inmediato. Extrajo de él dos ollas, una chocolatera, un molinillo, dos platos, dos tazas, dos cucharas, un cuchillo y víveres para la cocina.
Luego de dejar a disposición de Doña Alejandrina estos elementos Don Juan salió de nuevo de la casa y se dirigió hacia la parte comercial del pueblo, sector comprendido por la PLAZA GRANDE Y LA PLAZA CHIQUITA.
Observó en detalle los movimientos comerciales; llegó a una tienda donde vendían madera aserrada y compró una tabla cepillada, un bastidor y una caja de clavos de dos pulgadas. Se dirigió a la carpintería cercana donde previamente había hablado con el maestro carpintero para que le construyera una chaza, entregó los materiales al carpintero y una vez mas le explicó la forma en que debía elaborar el elemento que seria básico para iniciar su actividad comercial al día siguiente.
Juan de Dios recorrió gran parte del pueblo y logró comprar cuatro atados de tabacos comunes, dos paquetes de tabacos especiales, una paca de cigarrillos K.D.T. , una decena de cigarrillos EL SOL, llamados popularmente patialzados, cinco paquetes de dulces de panela y dos paquetes de dulces de azúcar, además de un cuadernillo de papel para envolver.
Empacados en su costal de fique los elementos antes relacionados, Juan De Dios regresó a la vivienda donde dejó la mercancía sobre una mesa que le había prestado Doña Arcenia, su vecina y arrendadora.
Al llegar a casa Doña Alejandrina recibió a Don Juan con una tazada de CLARO y un pedazo de PANELA. Juan De Dios degustó ansiosamente estos comestibles, el primero residuo acuoso del maíz que se cocina para preparar arepas y la panela extraída de la caña de azúcar.
Juan de Dios no había terminado con este platillo y ya Alejandrina le estaba sirviendo la comida: frisoles, arepas, chocolate, carne de res, carne de cerdo, huevos fritos y un exquisito aguacate caucano. Con avidez Juan De Dios consumió los alimentos de la comida y se retiró de nuevo a explorar las calles polvorientas y encharcadas de aquel bello puerto fluvial. En su caminata saludaba a las personas que encontraba a su paso, los locales respondían, con vehemencia algunos y otros con reticencia y desconfianza. Los parroquianos se preguntaban con curiosidad: ¿quien es aquel forastero de sombrero carriel y poncho que desde el día anterior está caminando por el pueblo? ¿Será un paisa godo o será liberal? ¿De donde viene? ¿Que lo traerá por este pueblo?
Estos interrogantes empezaron a dilucidarse cuando Juan de Dios entró en LA SECRETA, una tienda donde tertuliaban y consumían licor varios parroquianos. Al ingresar Don Juan saludó a los contertulios en forma general y solicitó un trago de aguardiente. Se ubicó en la barra.
Atendiendo al publico en el mostrador o barra se encontraba un hombre negro de gruesa contextura que le respondió el saludo y le preguntó a Don Juan De Dios si le servía un trago doble o sencillo. Juan respondió que doble. El cantinero sirvió el licor. Juan cató un poco el trago y luego introdujo en su organismo el resto en un solo sorbo. El doble era un trago servido en un vaso cervecero mediano casi lleno.
Juan de Dios miró a su lado y vio a un contertulio que tomaba cerveza y mascaba tabaco, un apuesto negro de unos veinticinco años que parado al lado de la barra lo miraba con curiosidad y deseos de dirigirle la palabra mientras sostenía el pisador o cabestro de su caballo QUITA PESARES que a cambio de tabaco mascaba freno en el corredor o halar del local.
El Paisa y el lugareño se saludaron al mismo tiempo y empezaron un dialogo con previa presentación. El negro manifestó. Yo soy SIMON GUEVARA. ¿CUAL ES SU GRACIA? JUAN DE DIOS DURANGO, para servirle respondió el paisa.
Enseguida Juan De Dios pidió otro trago y una cerveza. En esta tanda Juan De Dios se tomo en dos sorbos el doble.
Para entonces Simón Guevara ya había pedido otra ronda de licor. Se cruzaron de preguntas.
Después de unos cuatro tinteros Juan De Dios se despidió de Simón no sin antes escuchar de su contertulio la manifestación de su amistad a disposición y la invitación a visitar su finca. Gracias don Simón, inquirió el paisa. SIMON GUEVARA ERRE ERRE de VUELTA LARGA, su servidor y amigo, inquirió el negro.
Juan de Dios salió apresurado. Simón Guevara prosiguió tomando cerveza, mascando tabaco y jaloneando el cabestro de su mancobero.
El sol estaba cayendo en el ocaso. Juan se dirigió a la carpintería. El maestro de la madera tenia lista la chaza, Juan la revisó y quedó satisfecho con el trabajo y diseño que realizó el carpintero. Sacó de su carriel unas monedas, pagó lo acordado por la elaboración del adminículo y tomándolo se despidió. De regreso a casa pasó por la colchonería donde previamente había comprado un colchón de paja el cual amarró de tal forma que le fuera fácil llevarlo al hombro y encima de este el colchonero le colocó la chaza.
En pocos minutos Juan estaba de regreso a la casa. Descargó la chaza y el colchón y para entonces ya Alejandrina le tenia servida una tazada de chocolate con arepa que de inmediato Juan consumió con avidez. Luego extendió el colchón en una de las alcobas de la casa alquilada y enseguida se dedicó a examinar la chaza y las mercancías que había comprado. Doña Alejandrina le interrumpió con la cena. Eran más o menos las siete de la noche. Juan engulló rápidamente la comida y se dedicó de nuevo a revisar la mercancía.
La chaza quedó lista para el día siguiente en que Juan madrugaría a iniciar su labor comercial en aquel pueblo caucano, en la Plaza Chiquita, lugar escogido para ubicar su negocio. Revisó su carriel y pudo establecer que le quedaba un billete de cincuenta centavos y unas pocas monedas.
A la mañana siguiente se levantó muy temprano y después de ingerir un frugal desayuno cogió la chaza, la mercancía y se dirigió al lugar escogido para iniciar su actividad comercial. En el camino Juan cayó en cuenta de que le faltaban fósforos, los que eran indispensables como complemento de sus mercancías. De paso al lugar de su nuevo trabajo compró en una de las tiendas, que estaban abiertas desde las cinco de la mañana, una docena de cajas de fósforos EL DIABLO, muy populares por aquella época.
Se estableció en el punto de venta a las cinco y media de la mañana. A esa hora el pueblo ya tenía una gran actividad humana. Las personas iban y venían por el sector, algunos dirigiéndose a sus fincas cacaoteras principalmente, y otros hacia el RIO PALO, al muelle o embarcadero, donde los barcos a vapor, las canoas, los champanes y las balsas llegaban y salían con procedencias, destinos y cargas diferentes.
Pasados algunos meses de la llegada al Puerto, Juan de Dios logró con la venta de tabacos, fósforos, cigarrillos y dulces, recoger un capital que le permitió arrendar un local en la Plaza Chiquita donde organizó una fonda o tienda en la cual empezó a vender víveres, incursionando además en la compra de granos producidos en la región, especialmente cacao, café, maíz y fríjol.
Organizó su local de tal manera que coordinaba la venta de víveres, abarrotes, tabaco licor y compra de granos.
Estas actividades se iniciaron en el local, aproximadamente seis meses después de llegar a Puerto Tejada.
Así empezó a conocer la idiosincrasia de los pobladores de aquella región, por cierto afectos al licor y al tabaco, situación que aprovechó Juan para sacarle partido económico al combinar la compra venta de granos y bebidas en su negocio.
Los lugareños empezaron a interactuar con el paisa, vendiéndole los granos y comprándole sus abarrotes, víveres, tabaco y licor, además de insumos para la agricultura y ganadería, esta última incipiente.
Los clientes, en su mayoría negros empezaron a brindarle y tener confianza en el Paisa, al grado de que le dejaban en custodia los dineros sobrantes de los intercambios comerciales que realizaban al venderle sus cosechas y comprar mercancías, lo que le atribuyó a Juan de Dios responsabilidades y funciones bancarias.
Esta nueva actividad dejó dividendos cuantiosos al paisa, ya que los depositantes poco o nada sabían de números y en consecuencia de contabilidad, oportunidad que fue aprovechada por Juan para aumentar sus ganancias económicas, iniciando así un vertiginoso ascenso patrimonial y fortalecimiento en el comercio con base en la especulación.
Las inversiones se multiplicaron en forma espectacular, iniciando la compra de propiedades rurales, urbanas en negociaciones que realizaba aprovechando el desconocimiento en materia de contabilidad de los nativos, lo que hacia con gabelas a su favor.
Juan incursiona igualmente en el mercado accionario en el sector financiero llegando incluso a ser socio del Banco de Colombia.
Estas actividades conjugadas con las necesidades de los lugareños le dejaron dividendos que en unos seis a ocho años de radicado en el Puerto lo llevaron a ser uno de los magnates de la ciudad de Cali, dónde radicó su residencia sin apartarse domiciliariamente de su actividad comercial en el Puerto, donde continuaba atendiendo a sus clientes, a los que comprometía con créditos en dinero o especie.
Juan sacaba múltiple provecho de los créditos que concedía a los nativos, ya por razones contables, ya por aprovechamiento del afecto al licor de estos, a quienes recibía en su negocio bajo el brindis de un tintero de aguardiente.
El licor brindado y vendido a sus clientes era en su mayoría de contrabando.
El licor de contrabando era de amplia venta en la región por ser de mejor calidad que el licor oficial que se producía en la destilería del departamento del Cauca, destilería que estaba ubicada en la hacienda de Japio, pretéritamente cuartel de las guerrillas del Libertador Simón Bolívar, en el municipio de Santander de Quilichao.
Por lo general al llegar los clientes al establecimiento comercial, el primer trago de licor era brindado por Alejandrina, la esposa de Juan, obedeciendo a las órdenes de su marido.
En adelante era Juan quién continuaba brindando licor a los clientes hasta lograr sus objetivos non sanctus.
En este intermedio de tiempo también el patrimonio familiar de Juan de Dios empezó a crecer con el nacimiento de Alicita, su primogénita, una hermosa y lozana niña que a los pocos meses de nacida gateaba por los pisos del establecimiento comercial EL CENTAVO MENOS.
Esta fue la denominación que dio Juan de Dios a su negocio de miscelánea donde se conseguía desde una aguja para remendar hasta una lámpara de gasolina COLEMAN pasando por abarrotes, herramientas, pólvora, armas, telas, elementos varios, artículos suntuosos y de primera necesidad que ahora expendía en su negocio ubicado en la PLAZA CHIQUITA del Puerto, pero en local grande.
Por aquella gran época comercial del Puerto, en el negocio o establecimiento comercial de Juan el dinero se depositaba en cajas. No eran cajas fuertes, sino cajas de cartón, en las que venían empacados los cigarrillos Pielroja. También se depositaba el dinero en talegos o en costales de empacar granos.
Alicita regularmente volteaba las cajas y doña Alejandrina se dedicaba a recoger y empacar de nuevo los billetes y monedas cuya denominación era para el papel, de cincuenta centavos y un peso, y las monedas de medio centavo hasta dos centavos.
Alicita jugaba con estos elementos circulantes de los que ignoraba su significado pero de los cuales gustaba instintivamente y la rodearon desde aquella edad.
Alicita era admirada por los habitantes de aquella región que visitaban el negocio de su padre, personas en mayoría negras, en medio de los cuales fue creciendo con admiración por algunos y con envidia racial por otros que observaban sus travesuras y le llamaban MONITA. Algunos la cargaban y les seguían sus juegos, unos con cariño, otros por conveniencia ya que al mostrar admiración por la bebé lograban conseguir los favores de sus padres con mas facilidad, con mayor énfasis por aquellos contertulios que permanentemente degustaban de la cocha oficial y de la otra que expendía Juan de Dios en su negocio, al igual que los tabacos de contrabando, por aquel entonces rigurosamente controlados por las rentas nacionales y departamentales a través de su cuerpo humano armado denominado LOS CELADORES, convertidos en LOS CHULAVITAS O PAJAROS que mas tarde empleó el gobierno conservador para perseguir a los LIBERALES con el fin de exterminarlos y perpetuarse en el poder, etapa en la que igualmente se produjo la muerte de JORGE ELIECER GAITAN, hecho que desató el llamado BOGOTAZO Y LA VIOLENCIA EN COLOMBIA A PARTIR DE 1.948 HASTA NUESTROS DIAS.
El fenómeno socio político antes enunciado generó un masivo desplazamiento humano tanto rural como urbano, acarreando ello un aumento de las operaciones comerciales en propiedad raíz, ganado, enseres, joyas y objetos varios, operaciones comerciales en las que Juan de Dios participaba activamente con su mentalidad mercantil del paisa, logrando dividendos que alcanzaban porcentajes exorbitantes, utilidades que redundaban favorablemente en el patrimonio del paisa.
Juan compraba tierras, ganados, casas , apartamentos, acciones, mas acciones, café, cacao, maíz, dejándole por cierto doble utilidad la compra de grano, ya que se lucraba tanto del precio como de la pesa, siendo los precios muy por debajo del estándar del comercio, las libras de mil gramos, las arrobas de treinta libras, cuando de comprar se trataba. Utilidades, réditos y consignaciones que dejaban los clientes se sumaban y multiplicaban el patrimonio de Juan, al mismo tiempo que su popularidad crecía hasta el punto de que era el hombre mas solicitado para oficiar como PADRINO de bautismos, confirmaciones y matrimonios, además de que ejercía como consejero matrimonial, perito y árbitro en diferentes materias. Numerosos ahijados y compadres tenía Juancho.
Para el tercer decenio del siglo XX Alicita había crecido, por lo que fue trasladada a Cali para que continuara sus estudios, después de haber cursado dos años de primaria en el municipio de Puerto Tejada en el Colegio Parroquial que dirigían las Hermanas Redentoristas que por aquella época trabajaban en la evangelización y en la educación.
Ingresó Alicita a estudiar inicialmente en un internado para Señoritas, igualmente dirigida por religiosas de una comunidad diferente a las que educaron en el puerto. Los padres optaron por matricularle en esa institución educativa religiosa con el ánimo de que en ella se prosiguiera cultivando la vocación religiosa que había mostrado en el transcurso de la primaria, pues como paisas creyentes de la Fe Cristiana Romana, deseaban tener una monja en la familia.
En sus quince años Alicita fue presentada ante la sociedad en una gran fiesta que se realizó en el club San Fernando de Cali. Posteriormente se llevó a cabo la fiesta familiar en la residencia del barrio el Peñon. A la reunion asistieron un número apreciable de militares. Alicita empezó a sentir atracción por los uniformados y sus charreteras.
En el bachillerato, por aquel entonces iniciado después del Sexto de Primaria, que era el Básico, para luego continuar de Primero a Sexto de Bachillerato, con asistencia externa al colegio, Alicita abandona la vocación religiosa.
Don Juan había destinado una de sus casas en Cali para que Doña Alejandrina se dedicara a vivir con Alicita y velara por su estudio.
La vivienda estaba ubicada en el barrio El Peñón, por aquel entonces cuna de la burguesía o clase social alta de la ciudad. Desde allí, Alicita empezó a asistir a su colegio, acompañada de su niñera de ida y vuelta a casa, al inicio y fin de las clases. Digamos que no era muy buena para el estudio. Repitió el Primero de Primaria, el Primero y el Segundo de Bachillerato, y solo hizo hasta Cuarto de Bachillerato, graduándose con énfasis en Comercio, restándole los dos años para el bachillerato clásico o básico de secundaria.
En la etapa de su secundaria la vocación o inclinación religiosa de Alicita feneció, mostrando conductas de indisciplina, lo que requirió de frecuentes llamados para sus padres, a fin de enterarlos de las faltas a la disciplina y conducta en su colegio.
Ante la perdida de la vocación religiosa de Alicita, los padres optaron por ensayar la vocación matrimonial de ella lo que fue en consecuencia razón para que invitaran a las fiestas familiares y de cumpleaños a un apreciable numero de jóvenes militares, considerados por esa época un gran partido para desposar a las doncellas, mas aún siguiendo la corriente militarista que se había iniciado en la familia, tras el matrimonio de una pariente con un destacado militar de alto rango que generó un Golpe de Estado en Colombia a mediados del Siglo XX apoderándose de la Primera Magistratura de la Nación, salvando al resto del pueblo liberal que supervivía a la campaña de exterminio que realizaba el régimen conservador de Laureano Gómez y Mariano Ospina Pérez contra ese partido.
El deseo de los padres de Alicita era el de que esta se casare con un militar y para ello continuaron preparándola, realizando periódicamente reuniones sociales donde se destacaban por asistencia los miembros del ejército nacional, incluido el por aquel entonces coronel comandante del batallón militar de la ciudad de Cali, quien contrajo matrimonio con una de sus parientes.
A los veintiún años terminó Alicita su bachillerato clásico y con ello marcó el hito de su desgraciado matrimonio con el Capitán Rincón, un santandereano del sur, de humilde familia con vocación militarista, a quien conoció en una de las reuniones que periódicamente se realizaban en casa de su tía, esposa del Coronel comandante del Batallón Pichincha.
Bombos y platillos, cohetes, trique traques, arroz, lentejas y calle de honor con bayoneta calada para los novios. Una despampanante novia vestida de un exótico traje de goryet, satín, encajes y velo. Los pajecitos y damas de honor se veían difícilmente comprometidos para ayudar a la novia en la conducción de la cola del vestido y el velo. El casino de oficiales del Batallón Pichina acogió a los novios donde pasaron la primera velada luego de la ceremonia religiosa que fue precedida de la fiesta de vísperas que por aquel entonces era costumbre celebrarse antes del rito matrimonial matutino, ya que las bodas se realizaban en las horas de la mañana apenas entrada el alba. Luego se dirigieron a la residencia de los padres de la novia donde se le entregó la dote a la desposada: un lote de terreno en el barrio San Vicente de Cali, una cuenta corriente con apreciable saldo y pasajes para el viaje de bodas a la ciudad luz, de donde regresarían a construir bajo la dirección de la pareja la mansión donde residirían, teniendo como modelo el plano plagiado de una casa parisina. La dote también incluía un automóvil marca CADILLAC importado directamente por el padre de Alicita, vehículo de cuya producción solo entraron cuatro a Colombia.
Mientras los desposados construían la casa de habitación, ocuparon como residencia una casa fiscal de las que el Ejercito Nacional Colombiano dotaba a sus miembros activos, especialmente a los Oficiales, casa donde residieron luego de pasar luna de miel por veinte días en Paris.
En la casa fiscal Alicita disfrutaba de las paradas y desfiles militares, actos que eran para ella de su agrado. Al mismo tiempo Alicita también dirigía la construcción de su casa con la asesoría de un ingeniero civil, desplazándose continuamente por la ciudad en compañía del chofer oficial de su esposo, mientras que este se dedicaba a la milicia.
Catorce meses duro la construcción de la mencionada vivienda dotada de una sala de ocho por veinte metros, seis alcobas principales y dos cuartos de huéspedes, dos cuartos para la servidumbre, comedor principal y auxiliar, tres halls, antejardín, jardín interno con fuentes, biblioteca, garaje doble, cocina, piscina y balcones interior y exterior en el segundo nivel. La vivienda fue adornada en tal magnitud que daba la impresión de ser una bisutería.
Los esposos empezaron a disfrutar de una vida matrimonial y social muy activa, incursionando con frecuencia en reuniones sociales, militares y de gobierno.
Don Pedro ascendió a Mayor del ejército. Sus viajes al exterior se hicieron frecuentes en razón a la asesoría que en materia de compra de armas realizaba para el gobierno. Visitaba las instalaciones de fábricas de elementos bélicos en Francia, Alemania, Bélgica y España. En este último país fue obsequiado por una fabrica de armas de una pistola de plata calibre 25, la que se constituyó en el arma de dotación de la familia. Posteriormente esta arma seria usada en contra del Coronel en una tentativa de homicidio, por parte de Alicita. El tiempo transcurría y la pareja esperaba concebir su hijo primogénito. Esta concepción no llegaba y los esposos se fueron preocupando por la situación que se iba acentuando con la insistencia de Don Juan Dios que reclamaba a los esposos Rincón Durango que le dieran un nieto, con mayor énfasis por ser Alicita hija única. Ante la inquietud por el primogénito y el correr del tiempo sin que se realizara el embarazo, Alicita empezó a consultar con destacados galenos locales. Siempre le atribuyeron a ella la infertilidad, realizándole diferentes tratamientos a fin de que pudiera concebir. Los resultados fueron negativos.
Por fin consultaron con un médico de apellido Saldarriaga que atendía la clase popular en el barrio Obrero, de Cali donde tenía su consultorio en el marco del parque, por aquel entonces sector de concentración de los galenos. El médico conceptuó que Alicita era mujer fértil, completamente posibilitada para concebir y dar a luz muchos hijos, insinuando además que se debía orientar la investigación de infertilidad hacia su esposo Don Pedro.
Al principio el Mayor fue renuente a exámenes médicos pues su orgullo de militar lo alejaba de aquella posibilidad de infertilidad. Después de un periodo de resistencia Don Pedro bajó la guardia y aceptó someterse a un examen medico por parte del galeno del barrio Obrero. El concepto de esterilidad fue confirmado sobre la persona del mayor Rincón. El galeno confirmó que don Pedro tenía una obstrucción entre el epidídimo y el conducto deferente. El militar se negaba a dar crédito al concepto del galeno.
Los esposos viajaron a Bogotá y se sometieron a nuevos chequeos médicos en el Hospital Militar. Los exámenes confirmaron los conceptos médicos del galeno caleño. El especialista bogotano manifestó que este inconveniente de infertilidad se resolvería con una pequeña cirugía de carácter ambulatoria que requería unos pocos días de reposo para luego entrar a copular y a hacer muchachos.
Los esposos a pesar de los diferentes conceptos médicos made in Colombia, optaron por viajar al exterior, propiamente a Francia, en busca de nuevos conceptos de galenos extranjeros, abrigando la esperanza de que no fuere necesario la intervención quirúrgica a la que el militar le tenia reservas, ya que en esos aspectos le causaba pánico hasta una inyección que por esa epoca se aplicaban con jeringas por cierto metálicas y reutilizables.
Llegaron a Paris y se hospedaron en el hotel RITZ desde donde se desplazaban en busca de consulta con galenos especializados en urología y ginecología, los cuales les confirmaron los conceptos de los médicos colombianos. Ante esta situación los esposos Rincón Durango resolvieron que el mayor debería someterse a la tal cirugía ambulatoria que igualmente dictaminaron los médicos franceses. Realizaron las diligencias pertinentes y optaron por acudir a uno de los galenos que había conceptuado sobre la opción de la pequeña cirugía.
El galeno parisino ordenó de otros rigurosos exámenes para luego hospitalizar a Don Pedro. Dos días después de internado El Mayor fue intervenido quirúrgicamente no sin antes escuchar del médico cirujano, las instrucciones previas y posteriores a la operación, entre otras, de que la convalecencia sería un periodo mas o menos de quince días de reposo y después a copular: a hacer muchachos.
Pasó la intervención quirúrgica que de por si fue libre de inconvenientes, tres días posteriores de hospitalización y alta a Don Pedro que debía de asistir cada tres días a control o chequeos pos-operatorios, hasta cumplidos los quince días de abstinencia prescriptos. El último chequeo y chao Pedro y Alicita, a iniciar la faena sexual, a reproducirse y preservar la especie, jocosamente les manifestó el médico.
LA DISFUNCION ERECTIL CLINICA
Pedro y Alicita se dirigieron al hotel y desde la habitación solicitaron el servicio de comida, una botella de coñac y una de vino seco.
Previa a la cena tomaron dos copas de vino, consumieron la cena, reposaron un rato, se ducharon, tomaron algo así como un cuarto de botella de coñac. Alicita ansiosa empezó a insinuársele a Pedro; este inició el preludio amoroso acariciando a su esposa. Esta se encontraba vestida con pijama, levantadora, pantis y brazzier. Pedro empezó a despojar de dichas vestiduras a su mujer: levantadora, pijama, brazzier y pantis. Resaltó a la vista un cuerpo escultural, blanco porcelana, torneado y terso. Unas mamas erguidas, rosadas, con terminaciones carmesí de los pezones. El cabello Luongo y encrespado, un bello púbico rubio y brillante como su cabellera. Pedro acariciaba el cuerpo de su amada esposa. Esta reía y se retorcía enredándose en las sabanas, ansiosa de una penetración. Pedro acariciaba el cuerpo de su esposa llegando hasta los pétalos de su flor de primavera deteniéndose en el pistilo y libando el almíbar de su amada Alicita; aquella reía, gemía, se retorcía en espera del introito, y nada, nada de nada. Pedro seguía acariciándola y tocaba su miembro procreador alternativamente con las caricias de Alicia al mismo. Extrañamente su apéndice de género masculino no respondía con la erección a estas actividades, seguía flácido. Alicita pedía con insistencia la penetración. Pedro entraba en confusión mental al ver que su miembro viril no respondía ante las diferentes caricias. Alicita adoptó por darle un masaje oral a ver si este respondía. El apéndice externo de Pedro no se motivaba. Pedro optó por realizar el beso francés. Al fin y al cabo estaban en Paris. Se enconchó en la horcajadura de Alicita, conjugó varios verbos terminados en ar y en er hasta que Alicita alcanzó el orgasmo. Pedro no alcanzó clímax alguno. Alicita por el momento estaba satisfecha.
Después de esta sesión dialogaron sobre el particular. Llegaron a pensar que quizá era el temor pos operatorio que no dejaba que Pedro ereccionara, ya que con anterioridad a la operación el era muy ardiente aunque no fértil. Tomaron otros tragos de coñac e igualmente una nueva ducha.
Alicita entro en sueño profundo después del relax conseguido con el beso francés que ejecutó su esposo. Pedro se dirigió al baño, ya que no lograba conciliar el sueño. Examina su falo despojandole el prepucio y mirando su glande. Solo flacidez encontraba en su miembro principal de reproducción. Pensaba y meditaba sobre este impase, será o no será lo que pienso?
Se dirigió de nuevo a la alcoba y enterado de que Alicita continuaba dormida, roció con coñac su apéndice procurando que esto motivara la erección. Esperó por minutos, horas.. y nada. Mientras tanto contemplaba el cuerpo desnudo de su amada que lujuriosamente se habia dormido en una posición insinuante. Repasaba el cuerpo y tocaba insistentemente su falo. Nada. No se le ereccionaba. Tomaba uno, otro y otro trago de coñac. Por último terminó ebrio ante el consumo del resto del contenido de la botella. Quedó dormido hasta que Alicita lo despertó en horas de la mañana, acariciando su cuerpo y particularmente el falo. Alicita estaba ya excitada cuando despertó su marido. Notaron que las motivaciones no eran respondidas. Insistieron y por nada fue posible la erección. Optaron de nuevo por el sexo oral.
Alicita empezó a conjugar sobre el cuerpo de Pedro verbos terminados en aba, y nada. Pedro le dio por segunda vez a su mujer un extraordinario beso francés. Verbos terminados en ia y aba sobre el cuerpo de Alicita conjugaba. Esta también verbos terminados en aba conjugaba en la terminación pro creativa de Pedro y nada. Por último Alicita alcanzó de nuevo el orgasmo mas intenso de su vida, sería el último en Paris. El pistilo y pétalos de su capullo en flor quedaron alterados por los ejercicios bucofaríngeos que le hizo su marido ante la muerte del pájaro en su jaula. Después del clímax Alicita durmió de nuevo. Pedro seguía preocupado por la situación, el tiempo de regreso a Colombia se agotaba. El militar debía de reintegrarse a su cuartel al tercer día siguiente. Durmieron hasta las horas de medio día en que solicitaron almuerzo a la alcoba. Almorzaron después de tomar una ducha. Luego salieron a visitar por ùltima vez al medico cirujano y a comprar algunas mercancías para llevar a Colombia. La visita al médico fue breve. El galeno les recomendó continuar en sus pretensiones sexuales hasta que Pedro superara el trauma pos-operatorio, que era lo que le impedía la erección. Eso dijo el medico. Les recomendó algunas medicinas, especialmente de tipo afrodisiacas entre ellas Píldoras de Vida Del Doctor ROOS, por aquel entonces la panacea de los laboratorios farmacéuticos. Les pidió un poco de espera, un poco de paciencia, manifestándoles que ya en Colombia, fuera de preocupaciones en razón al reintegro del militar, las cosas cambiarían. Las dos noches siguientes que pasaron los esposos en Paris fueron de meditación, y ante la molestia que Alicita padecía no insinuó alguna manifestación de deseo sexual, lo que fue interpretado por Pedro, como una tregua hasta la llegada a su patria. Regresaron a Colombia viajando a través de la línea aérea K L M hasta Caracas y luego tomaron una nave de SKANIA de Caracas a Bogotá y de la capital colombiana a Cali un avión militar.
En Cali fueron recibidos en el aeropuerto el Guabito, pista de aterrizaje que fue reemplazada por el de Cali-Puerto, hoy CAVASA. Fueron recibidos por el padre de Alicita y algunos militares que en su convoy los condujeron a su casa del barrio San Vicente.
En la residencia la pareja era esperada por la madre de Alicita además de familiares y amigos que les realizaron un corto pero cálido agasajo.
A las siete de la noche los visitantes se retiraron. Fueron prudentes a fin de dejar que los viajeros reposaran. Esa noche los esposos se acostaron temprano a fin que Don Pedro pudiera madrugar a ponerse al frente de su actividad militar en el batallón local. La noche paso sin pena ni gloria ya que no hubo ninguna insinuación sexual de parte de alguno de los esposos, el día siguiente en la tarde, el mayor regresó a casa después de cumplir con la presentación ante sus superiores, quienes incluso le manifestaron de que ya estaba enlistado para el próximo curso de ascenso a Coronel que debería iniciar en el termino de dos meses. Pedro comunicó a su esposa el futuro de su carrera, ésta se sintió muy motivada y le dijo a Pedro que esa noticia le era muy agradable y que deberían celebrar. Fue así como esa noche se prepararon una velada, Alicita ordenó una cena y una vez servida y consumida se dispusieron a tomarse unas copas. Destaparon una botella de coñac, bebida de ellos predilecta y además con propósitos que sirviera de motivador o afrodisíaco para iniciar de nuevo la faena sexual para comprobar la eficacia viril de Pedro. Tomaron una otra y otra copa en el estar, luego Alicita insinuó que se dirigieran a la alcoba llevando la botella de coñac. Hicieron un nuevo brindis y se dispusieron a ducharse. En esta oportunidad Alicita insinuó que tomaran la ducha juntos. Pedro aceptó. Entraron a la ducha. Pedro se desnudó y empezó a despojar de las ropas a su mujer. Abrieron la llave del agua, se mojaron y se empezaron a enjabonar mutuamente acercando sus cuerpos y acariciándose.
Se contorsionaban y palpaban sus órganos sexuales. Pedro conjugaba el verbo primario de alimentación de aquellos seres que llaman mamíferos sobre esas glándulas externas y sobresalientes en el tórax de su amada, esta manoseaba los genitales de Pedro y nada. Mucho toque toque y nada de goles. Mucho tilín tilín y nada de paletas. Alicita se fue excitando y empezó a pedir a Pedro que la penetrara. El militar tocaba sus genitales y percibía que su miembro viril no respondía a los estímulos y motivaciones suyas y de su amada. Su falo ya no se paraba en firmes como la milicia lo mandaba. Pedro entro en pánico. Pidió a su mujer que se enjuagaran y dirigieran a la alcoba. Ya en la cama trató infructuosamente de erguir su péndulo. Este no respondió. Pedro comprendió que su situación sexual estaba tomando un nuevo rumbo, pues aunque el había sido estéril no lo era impotente, y ahora su miembro varonil no se le ereccionaba. Alicita excitada pedía a su marido que la penetrara. Pedro no pudo acceder a esa petición. Empezó a acariciar el cuerpo de su mujer y optó por el beso francés. Con este evento logró satisfacer a su mujer que alcanzó el orgasmo y en el frenesí del clímax se retorció, aulló, gritó, y luego quedo dormida. Pedro se quedó despierto hasta el amanecer rumiando su desgracia y maldiciendo su suerte. Comprendió que su virilidad había cambiado y que la operación que le habían realizado en Paris para corregir su ESTERILIDAD le había acarreado disfunción erectil dejándole ahora IMPOTENTE. El Coronel ya no se paraba firme.
A partir de la manifestación de la disfunción eréctil de Pedro los roces entre Alicita y el coronel eran frecuentes ante la carencia de afectividad sexual. Esta frustración empezó a marcar el estado anímico de la dama y a deteriorar la armonía de la pareja. Alicita propuso a Pedro la disolución del matrimonio e insistía en que don Pedro le concediera el divorcio, el militar insistentemente rechazaba tal idea y en consecuencia trataba de buscarle algún paliativo para que se subsanara la causa de aquella pretensión por parte de su esposa. El uniformado propuso a la frustrada dama que realizara viajes al exterior con más frecuencia para que con ello distrajera la carencia afectiva. La frustrada dama inicio un periplo turístico. Realizó algunos viajes acompañada de su esposo, luego y en reiteradas oportunidades viajó sola. Asi las cosas, Alicita fue retomando un ámbito de libertad que se tornará en libertinaje.
En sus viajes llegó a tener experiencias exóticas las que realizaba con el fin de distraer su frustración. Nuevos hábitos adoptó Alicita entre otros el consumo de licor cuando asistía a reuniones y costureros. En uno de sus viajes al exterior, al parecer en Irak, conoció un fumadero de opio y en busca de escapes emocionales probó la droga, incursionado así en ese mundo en el que se vio envuelta hasta su muerte, pues al regresar a Colombia ante la falta de aquellas drogas de uso en el exterior, buscó refugio con mayor intensidad en el alcohol, las pastillas y la cocaína.
Un día, a eso de las nueve de la mañana, Alicita se encontraba en la oficina de su casa en una de esas sesiones de alcohol y drogas en que había pasado la noche, cuando llegó Pedro de servicio como comandante del batallón de la ciudad. Ella llamó a Pedro como diremos, a cuentas. Lo requirió a que se sentara en la butaca principal de la oficina, ella paso como cliente o visitante en consulta, sentándose frete al escritorio que ocupaba Pedro como si se tratara de un ejecutivo en consulta.
Pedro le requirió sobre el interés de Alicita en su convocatoria. Entraron en materia. Alicita le recriminó sobre su impotencia y la necesidad fisiológica en materia sexual. Pedro le respondió que tal fin le había dado oportunidades de viajar, festejar, realizar actividades a sus libre advendrio e incluso de la posibilidad de desahogarse con los estímulos lingüísticos canidos. Estas explicaciones y justificaciones desataron la ira de Alicita quien manifestó que ella lo que necesitaba era un macho, un hombre de verdad que le hiciera sentir mujer. Que ella no le había sido infiel y que no lo seria, pero que tampoco podía continuar en esa situación, por lo tanto lo que ella reclamaba era el divorcio. Pedro le manifestó que bajo ninguna circunstancia le concedería el beneficio. Esta manifestación enardeció mas a Alicita, prefiriendo improperios en contra de Pedro. Ante esta actitud Pedro reacciona manifestándole a su amada que la única forma de deshacerse de él era matándolo y que para ello le autorizaba para que lo hiciera. Sacó del escritorio una pistola calibre 25 que le había sido regalada en un fábrica de armas en España cuando estuvo negociando una remesa para el Ejército colombiano, entregó la pistola a Alicita y le ordenó que disparara. Alicita no lo pensó dos veces y descerraja la carga de la pistola en el vientre del coronel.
Cinco impactos perforaron el cuerpo del militar cayendo desplomado en medio de una butaca y el escritorio. Cundió la alarma. Los miembros de la servidumbre y el motorista del coronel se dirigieron al sitio donde escucharon las detonaciones encontrándose con aquel cuadro donde Alicita estaba como gato encrispado emitiendo improperios contra Pedro aun con la pistola humeante entre sus manos. Los curiosos miembros de la servidumbre recriminaron a Alicita preguntándole que era lo que había sucedido. Que mirara que el coronel estaba muerto. Los ánimos de Alicita se fueron apaciguando. Empezó a llorar y volteo la pistola hacia su cabeza tratando de disparar contra su humanidad, pero la pistola ya no tenia municiones, todas las había descargado sobre el cuerpo del Coronel.
De inmediato el coronel fue llevado en su vehículo oficial al centro hospitalario más próximo donde le prestaron los primeros auxilios. Luego fue llevado al hospital departamental de Cali donde lo intervinieron quirúrgicamente.
Dos días después del atentado el coronel se recuperaba y era interrogado por las autoridades respectivas. El militar manifestó que sus heridas fueron causa de un accidente cuando él manipulaba una pistola. Que solo el y nadie mas era el causante y culpable de sus lesiones ante la manipulación irregular de dicho aparato.
Alicita salió indemne ante dicho atentado por más que las autoridades que conocían extrajudicialmente de la verdad de aquel incidente trataron de vincularla penalmente.
Pedro regresó a su hogar diez días después del incidente con cinco metros menos de intestino, los que fueron extirpados para lograr salvarle la vida. A los veinte días estaba de nuevo en su cuartel en desempeño de las actividades propias a su fuero militar. Parecía que le hubiera sacado apenas una muela. Lo que si se hizo notorio fue su cambio en costumbres alimenticias, pues por causas de recorte en los intestinos los alimentos debían ser de especial preparación y escasa porción.
Por un prudente lapso de tiempo las relaciones entre los esposos fueron menos tormentosas. Pero esta situación no seria por mucho tiempo. Al correr de cierto lapso las cosas o mejor dicho las conductas de rechazo y agresividad de la pareja, principalmente de Alicita volvieron a manifestarse con más frecuencia. Ante esta situación el Coronel optó por concederle mayores oportunidades de viajes en especial al exterior.
Con frecuencia viajaba Alicita por diferentes partes del mundo. Dejó constancia de ello en múltiples diapositivas, que era por aquel entonces el medio más moderno de obtener imágenes. Con regularidad se recreaba observando las mencionadas tomas, ufanándose ante parientes y amigos de sus viajes y lugares visitados. Esta actividad se realizaba en la biblioteca de su mansión, biblioteca por cierto muy bien dotada de ejemplares enciclopédicos y obras sueltas que colmaban los estantes de aquel lugar amplio y acogedor dispuesto en el segundo piso del inmueble diseñado exclusivamente por Alicita y copiado al parecer en Francia, según ella lo manifestaba. Esta biblioteca era escenario para lectura y el consumo de alcohol y alucinógenos, incluidos pastillas de díazepan, mogadon y sinogan que en forma múltiple consumía Alicita hasta quedar en algunas oportunidades en estado robótica pero sin perder el conocimiento, pues en aquel estado coordinaba aunque lentamente, las actividades a realizarse a su alrededor, dando ordenes para su cumplimiento en desarrollo a la cotidianidad de su casa.
Alicita y el Coronel por las circunstancias de infertilidad y posteriormente de impotencia, no lograron engendrar descendientes cual era el propósito de la pareja desde su noviazgo y posterior matrimonio.
Ante tal situación optaron por adoptar un bebe. Se informaron acerca de la posibilidad de la adopción, que por aquella época no era tan clara como lo es en el presente, en consecuencia se dieron a la tarea de conseguir un o una niña con ese propósito y teniendo en cuenta el rol social de la pareja, se comunicaron con personas que les podían servir en su ambición de ser padres aunque adoptivos. Pero por aquella etapa histórica no era muy común la adopción, se daba la eventualidad de que padres naturales, y con mayor frecuencia la madre, regalaban los bebes indeseados para que terceras personas los denunciaran como sus hijos. Por esa época no existía BIENESTAR FAMILIAR ni juzgados o comisarías de familia que asumieran ese proceso, además de que la legislación familiar o de menores era muy escasa y de poco uso, interpretación y aplicación. Por esa razón al tener comunicación con funcionarios de una clínica en Cali, se les informó de que una dama de la alta sociedad de una de las capitales del viejo Caldas había llegado a Cali para dar a luz un bebe que de antemano era considerado bastardo, ya que su concepción se había originado en el pecado de una damita de la sociedad de aquella ciudad donde su tío, el monseñor era Obispo. El padre del niño era familiar de un miembro del cuerpo diplomático acreditado por aquel entonces en Colombia, pero el extranjero solo había disfrutado de la doncella y luego la había repudiado, emprendiendo el regreso a su patria. Ante tales circunstancias la damita embarazada fue enviada a Cali para que allí pariera su hijo fuera del alcance de las críticas de parientes, amigos y enemigos de la familia de la parturienta y además para que la damita siguiera siendo señorita.
El Coronel y doña Alicita estuvieron pendientes del nacimiento en una de las más prestigiosas clínicas de la ciudad por aquel entonces. Así las cosas dos días después del nacimiento de la criatura, que resultó ser un niño muy lozano, el bebe fue entregado a la pareja.
El niño fue denunciado en una notaria de Cali, donde quedó registrada su filiación como hijo del Coronel y Doña Alicia. Recibió este niño un tratamiento muy especial y en poco tiempo se le notaba una constitución física de gran lozanía y fortaleza dado el contraste de su raza, mezcla del gringo con la caldense. Juan Guillermo fue bautizado. En pocos meses andaba por la casa realizando travesuras propias a su condición de niño mimado. Era de una gran contextura, creció rápidamente y a los tres años nadaba en la piscina de la mansión como pez, con una gran soltura. A los cinco años ya mostraba una gran contextura atlética y lograba atravesar la piscina tres veces bajo el agua sin tomar oxigeno. También era de destacar su pericia en casi todas las artes y menesteres: pintaba, manejaba automotor, jugaba fútbol, tenis, reía y hacia reír, por cierto también era bastante cansón y trataba de tomar del pelo a todo aquel que pudiese. A los siete años era gateador de las sardinas o viejas que se descuidaran. Era bastante jocoso. No así tenia habilidades para el estudio, el cual rechazaba y eludía cuando sus profesores trataban de enseñarle algo. Para la época de muerte del Coronel, Juan Guillermo tenía aproximadamente nueve años, una gran contextura física que aparentaba por lo menos doce o trece años de edad, cuerpo atlético.
Entre el personal de la servidumbre de Alicita estaba Ana la cocinera, por cierto tía de Jaime el cerrajero gateador. La cocinera vivía fuera de la mansión, es decir su trabajo era por el día y por tal razón se desplazaba a diario desde su casa en el barrio unión de vivienda popular oriente de Cali, el primer barrio que dio inicio al distrito de agua blanca. Su desplazamiento lo realizaba en la mañana en el servicio urbano de transporte masivo, y en la noche era conducida en el vehículo campero de doña Alicita. Esta cocinera se encarga particularmente de preparar el almuerzo y la comida y de las cenas o comidas especiales en aquellos eventos sociales que celebraba con regularidad la dueña de casa. El motorista de los esposos realizaba el viaje de transporte de Ana, una mujer madura de aproximadamente sesenta años especializada en cocina, alta cocina. Su trabajo como se dijo era externo entre lunes y sábado, pero algunas oportunidades de acuerdo a los eventos sociales debía concurrir los domingos.
En tiempo previo a la muerte del Coronel los desplazamientos eran normales y en ellos el conductor entablaba conversación con la cocinera sobre temas diferentes sin que se notara alteración alguna de parte de Ana.
Tras la muerte del Coronel, Ana a quien también le denominaba diminutivamente su patrona, cambió de actitud y lloraba constantemente. Para el motorista esta actitud inicialmente fue interpretada como dolor de parte de la cocinera por la muerte de don Pedro, quien a pesar de su rango militar era un hombre muy prudente y considerado en el trato de las personas del servicio, al contrario de Doña Alicia, quien era bastante déspota y racista, a pesar de haber nacido en Puerto Tejada, Cauca, y de tener en su servidumbre a todos sus miembros de raza negra, con la excepción de los motoristas. Así las cosas y ante el persistente lloriqueo de Ana, el conductor de la casa se motivó a preguntarle el porque de su llanto después de tantos días. Anita seguía en su lloriqueo sin manifestar razón alguna. Esta situación reiterativa llega a tal punto que el motorista insistió en que Anita manifestara la causa.
El motorista en uno de los viajes con Anita se dirigió a ella manifestándole que ni siquiera doña Alicia que era la esposa del difunto militar lloraba tanto al coronel como ella lo hacia. Anita respondió que solo ella sabía porqué, lo que motivo mas la curiosidad en el motorista, quien insistió en conocer la causa, encontrando por parte de Ana respuesta de que ella le tenía que contar, pero que eso seria más adelante.
Entre idas y venidas el motorista insistía para que Anita le contara sobre las causa de su llanto pero siempre encontraba una dilación en la consabida respuesta o situación que había prometido contar. En vista de esta situación y teniendo en cuenta que Ana de vez en cuando le gustaba tomarse sus traguitos de licor, el chofer optó por brindarle unas copas en una oportunidad que se encontraba cocinando aquella para una recepción que se celebraba en la mansión. Desde las horas tempranas de la noche el chofer empezó a llevarle traguitos a la cocina y para cuando llego la hora de llevarla a la casa en el barrio se procuró de llevarse una botella de aguardiente del cual le brindo varios tragos mas en el camino, logrando que Ana se pasara un poco de copas y aprovechando de esa oportunidad motivó los sentimientos de ella para que por fin le confesara que era la causa de su continuo llanto. Cual no seria la sorpresa del motorista cuando Anita empezó entre lágrimas a manifestarle que el Coronel había sido muerto por envenenamiento.
Al inquirir el chofer sobre esa situación y causa de muerte del Coronel, Ana narró como Doña Alicita había entregado a ella un frasco con un contenido líquido y un gotero para que se le agregara la sustancia en forma sistemática a las comidas de Pedro.
Según la viuda blanca, si viuda blanca porque mató a su esposo por falta de sexo, pues la viudas negras lo hacen después del sexo, el liquido era un medicamento que requería el militar, ya que el se encontraba enfermo de una afección incurable y que con ello encontraría el remedio. El contenido liquido o remedio debía iniciarse a suministrar primero de a una gota en el almuerzo, dos en la comida o cena y sucesivamente corrieran los días, aumentar el numero de gotas en el suministro.
Aparte de la forma del suministro, Alicita recomendó a su cocinera que este remedio se suministrara en absoluta confidencia ya que nadie debía enterarse de ello. Solicitó guardar el secreto y además el día que el Coronel enfermo de unos vómitos de sangre, exigió a Ana que le entregara el frasco de la medicina, en el que existía un pequeño excedente que arrojó por el sifón de un lavaplatos destruyendo la etiqueta y lavando el frasco para echarlo al tarro de la basura.
Anita dedujo que el medicamento suministrado no era más que una sustancia venenosa que había utilizado Alicita en un segundo atentado que por fin acabó con la vida del Coronel que con su impotencia le amargó, según ella la vida, frustrándole en todos sus aspectos tanto maternales como sociales y económicos.
Con la versión anterior el chofer se convenció por que su patrona tenia tanta seguridad de que el Coronel no se salvaba de esa enfermedad letal que había contraído y que conllevó a que Alicita al día siguiente de que enfermara el Coronel se desplazara al sector de la clínica de Rafael Uribe de los Seguros Sociales donde se procuró de conseguir el cajón mortuorio llevando incluso la mortaja.
Para la fecha de la muerte del Coronel ya habían pasado catorce días de su hospitalización. Fue intervenido quirúrgicamente y su recuperación fue extraordinariamente rápida. A los tres días de operado su recuperación era asombrosa.
Al motorista que había sido presentado como hijo del Coronel y Doña Alicia, le habían llamado la atención los médicos y personal asistente para manifestarle que el Coronel pronto se iría a casa. Doña Alicita fue llamada por el medico jefe que había intervenido al Coronel para manifestarle que pronto seria dado de alta su esposo. Fue día martes en horas de la noche más o menos las nueve. Un poco alejados de la habitación donde se encontraba el militar, el medico le manifestó a doña Alicia que el Coronel seria dado de alta al día siguiente. La reacción de Doña Alicia fue negativa y extrañamente de disgusto, comportándose en forma altanera con el medico. Con arrogancia e inusualmente grosera
dejó plantado al medico en el pasillo y se dirigió a la habitación donde se encontraba el Coronel.
El médico extrañado y confundido por la actitud asumida por Alicita llamó al motorista y en forma privada le manifestó su asombro por el comportamiento de su madre putativa quien se había exasperado al conocer la noticia dada por el, que le anunciaba la mejoría y salida del coronel del hospital.
Ante este evento el chofer de la familia asumió un dialogo con el medico aclarándole en primera instancia que el no era hijo del Coronel y Alicita, que ellos lo presentaban así por cariño pero que el realidad era solamente motorista asistente de la familia. Esa aclaración la hizo ante todo por la vergüenza de que se creyera que él era hijo de aquella persona que asumía ese comportamiento, del cual se sentía avergonzado. Que vergüenza una madre así.
Una vez aclarada la situación el medico solicitó al chofer que retirara a esa señora del hospital. El chofer se dirigió a la habitación donde se encontraba el Coronel y en ese momento ya doña Alicia salía exacerbada, mejor dicho encrispada como gato asustado o enojado, ojos desorbitados extrañamente, con su cabello erizado. Requirió al motorista que se fuera de esa institución hospitalaria y avanzaron por el pasillo unos metros mientras el chofer le manifestaba que se devolvía a despedirse del Coronel.
Alicita ingresó de nuevo al cuarto hospitalario y solicito al chofer que se retirara que deseaba hablar algo más con su esposo. El chofer se retiró un poco pero al escuchar hablar en tono alto a doña Alicia ingreso a la habitación.
Alicita gritaba improperios al Coronel. Al escuchar esto miembros del personal asistente corrieron a conocer que acontecía y solicitaron a doña Alicia que se retirara.
El Coronel se encontraba desalentado y solicito a las enfermeras que se retiraran un poco, que deseaba hablar con el chofer en privado .Solicito el Coronel al chofer que se sentara en la cama, e incorporándose un poco manifestó: Alicia lo que quiere es que yo me muera para que le desocupe mi puesto de esposo, le pido que cuide de ella y de Juan Guillermo, yo se que usted es una persona de confianza. Yo voy a morirme para desocupar el puesto, no lucho más con esta mujer. Llévela por favor a Jamundi , Yumbo o a alguna parte donde pueda tomarse unos tragos.
El Coronel dio un abrazo al motorista y le manifestó: Voy a morirme, para desocupar el puesto, adiós no olvide mis recomendaciones.
Su rostro cambio de color pasando de rosado a verde cera; se recostó en el lecho de enfermo y empezó a convulsionar. El personal asistente tomo las precauciones médicas y llamaron al galeno de turno quien ordeno de inmediato el traslado del paciente a la sala de cuidados intensivos, donde el Coronel estuvo recluido durante 18 horas y falleció. Alicita había logrado su objetivo.
EL CONCIERTO DEL PEDREGAL Y LA GATIADA DE JAIME EL CERRAJERO
Desde el día jueves antes de la muerte del Coronel, el motorista le había solicitado a Doña Alicia que le prestara el campero Nissan para asistir a un concierto de ROKC que iban a realizar en el balneario El Pedregal de Yumbo. Ella le había manifestado que se lo prestaría pero con la condición de que la llevara a un día del mencionado concierto. Todo estaba acordado en ese sentido. En el lapso de tiempo entre la enfermedad del Coronel y el evento roquero, en los desplazamientos entre la casa y el hospital, Alicita observó en la Avenida Sexta un afiche en que se anunciaba el festival, hizo detener el vehículo para mirar el cartel. Pare, pare, le manifestó. Al detener el vehículo no se alcanzaba a observar en su totalidad el afiche, por lo que ordeno reversar, ubicándose frente al cartel que anunciaba el evento: FESTIVAL DE ROCK EN EL BALMEARIO EL PEDREGAL DE YUMBO. Septiembre … a ….. de l.973. Alicita manifestó a su chofer que deseaba asistir al evento. El chofer le hizo énfasis en que faltaban algunos días y que además el Coronel aún se encontraba enfermo en el hospital, a lo que Alicita respondió: Para la fecha del festival, el Coronel ya estará muerto y enterrado ¡ Y efectivamente, para la fecha del concierto el CORONEL YA ERA FINADO. Doña Alicia y su chofer acordaron que el primer día del concierto estarían en el evento roquero y que a partir del segundo día iría el chofer con su familia. Así se dieron las cosas. El primer día del evento, doña Alicia y su motorista se dirigieron a Yumbo, un día viernes por cierto. Cuando tomaron la autopista que conducía al lugar del concierto, se empezaron a presentar trancones en las vías, entorpeciendo así el desplazamiento automotor. Sucedía y acontecía que las autoridades de Policía habían establecido un retén para no dejar pasar a organizadores del evento y al público que pretenda concurrir al mismo. Las autoridades de Policía argumentaban que no había permiso para realizar dicho evento, evitando así la concurrencia al festival, pues lo consideraban una herejía. Así las cosas doña Alicita se apeo de su auto Cadillac y sumándose a la muchedumbre se dirigió hacia el centro de los acontecimientos, encontrándose con la madre del organizador del evento, quien era su amiga. Conversaron sobre lo acontecido respecto al veto de las autoridades de Policía al evento organizado por Mauricio. Alicita se comprometió a interceder con sus buenos oficios ante las autoridades regionales a fin de que se levantara el veto y se dejara continuar a las personas que se dirigían como organizadores y concurrentes
Así lo hizo y en su cadillac se dirigió a Cali a las dependencias de la Tercera Brigada, donde solícito la presencia del oficial de servicio quien le entrevistó con el Comandante de Brigada, ante quien expuso el caso, presentándose como la viuda del Coronel.
El comandante ordenó comunicarse con la policía quienes manifestaron que se trataba de un evento que alteraba el orden público y que por tal razón no se permitirían el acceso al lugar donde se pretendía realizar. Ante esta situación los organizadores con los buenos oficios de doña Alicita, presentaron suplicas al comandante de la brigada, demostrando con documentos legales que tenían permiso para realizar tal evento. Al fin de presentación de argumentos de parte y parte el Comandante ordenó desbloquear la vía, para dar inicio a la marcha de organizadores y publico asistente logrando llegar al sitio de recreación donde se realizaría el evento. De inmediato se dio inicio por parte de los organizadores al montaje de equipos propios al escenario, concluyendo esta actividad aproximadamente a las diez de la noche. Para esa hora se esperaba la llegada de los músicos que actuarían. Estaban retardados. El equipo de sonido estuvo lleno de fallas, lo que retardó aun más el desarrollo musical del concierto.
La concurrencia humana era masiva, asistían personas de todas las clases, sexo y edades, el evento había atraído espectadores de muchas partes. En el ambiente se sentía el olor a la marihuana que fumaban persistentemente muchos de los concurrentes. El licor era poco y ante todo era la curiosidad que atraía a las gentes. Doña Alicita hacia parte de los invitados de honor, por lo tanto ocupaba sitio privilegiado en medio del palco. Estaba consumiendo Wisky. Al cabo de un rato y ya enardecida por el licor, solicito al motorista que le consiguiera una dosis de cocaína. Aquel le manifestó que era difícil. Alicita insistió y le dio un billete de veinte pesos para que consiguiera la sustancia. Por ese entonces el uso de dicha droga era muy escaso. Solo algunos privilegiados tenían acceso a dicho estupefaciente. Se buscó un intermediario para obtener el alcaloide quien a la postre de algo así como una hora regresó sin la sustancia, devolviendo el dinero. Luego se consiguió otro emisario que manifestó que el conocía del jibaro que estaba en la rumba y que proveía de perica. Se le entregó la suma antes enunciada comprometiéndose a volver en poco tiempo con cinco gramos. Paso un buen rato de tiempo y el emisario no regresó con perica alguna. El emisario se esfumo. Tal vez se esfumo a fumarse en marihuana el dinero confiado. Alicita insistió en conseguir la perica. El chofer le manifestó que era imposible ya que se podría repetir el caso del anterior emisario que desapareció con el dinero. En esos momentos algunos de los miembros de la mesa de honor establecida en el palco entraron al vestuario y prendieron un cacho de marihuana. Alicita entro y solicito que le dieran una fumada. El cigarrillo estaba bastante pequeño por lo que encendieron otro y se lo pasaron. Ella absorbió por dos veces el humo del cigarrillo de cannabis y manifestó que con eso le bastaba. Los demás contertulios siguieron rotando el segundo cigarrillo hasta que los terminaron. Ya se estaba iniciando la interpretación musical por parte del primer grupo musical que intervino en la apertura del concierto. Era una de las bandas de menor jerarquía, pues la supuesta banda u orquesta invitada especial no apareció. Dos o tres interpretaciones de aquel grupo musical habían sonado y ninguno de los asistentes al evento se atrevía a sacar pareja para iniciar el baile. Alicita que ya tenía entre pecho y espalda una botella de Wisky y dos aspiraciones de marihuana, tomó la iniciativa del baile y agarrando de la mano a su chofer, lo llevo a la pista. Aquel que ya tenía unos Wiskisitos y una fumada de cannabis en la cabeza no dudó en acompañar a su patrona en la danza. Así las cosas, rompieron con el ambiente tímido y yermo que reinaba entre los asistentes. La pareja era aclamada por la muchedumbre que poco dejaba escuchar la música. Alicita y su chofer danzaron, entrando en un extraño trance mientras la banda tocaba una prolongada pieza musical. La pareja fue aclamada. Al terminar la interpretación vinieron las felicitaciones y adulaciones para la pareja que rompió el baile en el concierto. Pero era mas intensa la manifestación hacia Alicita, quien a sus cincuenta y cuatro años y con una vestimenta bastante extravagante y pintoreteada excesivamente llamaba la atención del público que reconocía el estado físico de esta, pues habrá que destacar, bailaba muy acorde y con movimientos actualizados el ROKC. Después de la aclamación que le resto importancia a los interpretes musicales por un buen espacio de tiempo, algo así como veinte minutos, se reinicio la interpretación musical por parte de la banda, iniciándose tímidamente el baile. Algunos concurrentes expresaban a doña Alicita su admiración. El concierto fue entrando en efervescencia al son de los intérpretes roqueros y el olor a la marihuana que se consumía en forma apreciable formando una humareda que contagiaba a todos los asistentes.
La muchedumbre estaba enardecida. No existía control alguno sobre el consumo de cannabis, los escasos policías que rondaban por el balneario no manifestaban en absoluto correctivos algunos, ellos también estaban drogados con el humo.
La rumba continuó amena y en completo orden. Ninguna riña ni incidente alguno que fuera objeto de recriminación. Grupos y grupúsculos, carpas y ventas de comestibles y licor, del cual era poca la venta. Así continuaron Alicita y su acompañante hasta más o menos las dos de la mañana. A esa hora apareció Jaime el cerrajero de cabecera de la señora Alicita. Compartieron hasta aproximadamente hasta las tres de la madrugada, cuando ya se dispuso Doña Alicita a viajar hacia la casa en Cali. Jaime solicito que lo llevaran hasta la ciudad. En vista de ser conocido y trabajador de la señora se dispuso que abordara el vehículo automotor en que viajaba la patrona y se dirigieron a la ciudad.
Al llegar a la casa Alicita que se encontraba bastante ebria fue conducida de inmediato a su alcoba por parte de la servidumbre. Estos también se acostaron. Jaime solicito al chofer que lo llevara a su vivienda ubicada en el barrio Unión de Vivienda Popular. El chofer se negó en razón a la hora y la falta de autorización por parte de Doña Alicita que ya se había acostado y dormido sin que se le hubiera manifestado sobre dicho viaje.
Ante la insistencia de Jaime, el chofer determinó guardar el CADILLAC en que se desplazaban y optó por ir a dejar a Jaime en el campero NISSAN que estaba parqueado en el garaje y sobre el cual tenía mayor disponibilidad desde que entró a trabajar como conductor de doña Alicia, pues así se lo había manifestado la patrona… En el podía desplazarse casi exclusivamente sin autorización. Intercambiados los vehículos el chofer contra su voluntad y ante la insistencia de Jaime el cerrajero se dispuso a emprender el viaje. Desafortunadamente a dicho vehículo al salir del garaje se le apagó el motor y aunque insistentemente se trato de volver a encender no se logro que el motor volviera a funcionar, ni aun empujado. Luego se pudo establecer que el vehículo carecía de combustible. Ante este evento hubo necesidad de entrar empujado el vehículo al garaje. El chofer le indicó a Jaime que debía desplazarse en un taxi, insinuación que denegó el cerrajero ante la falta de dinero, proponiendo que lo dejara dormir en la casa doña Alicita. El chofer denegó tal insinuación, aludiendo que faltaba el concepto y aprobación de la patrona. Jaime el cerrajero insistió la solicitud de que lo dejara dormitar en la mansión, insinuando que lo dejara en una de las habitaciones para huéspedes con la condición que madrugaría a levantarse y que en la casa no se enterarían de su pernoctación, ante la falta de consentimiento de la patrona. El motorista accedió al fin a la petición y dejos en el cuarto de huéspedes a Jaime y se dirigió a su habitación que estaba ubicada al costado de la piscina. Al cabo de una hora aproximadamente Alicita emitio un grito de terror y llamó a su motorista. Aquel se dirigió apresuradamente al segundo piso donde estaba ubicada la alcoba de Alicita. Esta aterrorizada y lloriqueando manifestó a su chofer que el espíritu de Pedro se le había aparecido, sé le habia sentado en la cama y le había tocado los pies, para luego desaparecer. Era Pedro su esposo recién fallecido.
Al momento y ante los gritos, una de las empleadas del servicio acudió a la alcoba, interrogando sobre lo que sucedió. Alicita manifestó de nuevo su versión sobre la aparición del espíritu del Coronel y ordenó llamar a Juana, la ama de llaves que dormía profundamente sin enterarse de la situación de su patrona.
Un vez estuvo Juana en la alcoba, le ordeno que le trajera una botella de ginebra, una de las bebidas preferidas por Alicita, ordeno ademas que sus empleadas, tres en total, se trasladaran a su alcoba para que le hicieran compañía, por lo que estas debieron acomodarse en las alfombras en improvisadas camas. El motorista cavilando sobre los hechos tratos de retirarse de la alcoba de su patrona, pero esta reacciono indicándole que no se retirara hasta que ella lograra dormirse y extendio su mano con la Ginebra que consumia a pico de botella como era su costumbre cuando en forma privada consumía algún licor. El motorista no aceptó la bebida, argumentando que no era de su gusto y ante tal negativa Alicita sugirió que tomara otra bebida y ordenó a Mary, otra de sus empleadas, que fuera al bar y trajera una botella de brandy. Cumpliendo la orden, Mari se dirigió al bar y regresos con una botella pero de Coñac. Alicita ordeno que se la entregara a su chofer, este la destapo e inicio su consumo en un principio con cierto desgano y repulsión ante lo fuerte de esta bebida. Pasadas unas cuantas copas y entrado en calor ya lo tomaba como si ser tratara del aguardiente acostumbrado a tomar desde su niñez en la tienda y en el destiladero de su padre.
Alicita seguía consumiendo con más frecuencia la Ginebra, pidió a su chofer que se sentara cerca a su cabecera y le pidió que le siguiera acompañando, que sentía mucho temor. El chofer la tomo de sus manos y apretándolas le manifestó que no se preocupara, que el estaría a su lado para ayudarla y protegerla, incluso en razón a la ultima voluntad del Coronel, quien antes de morir, en su lecho de enfermo, en su despedida de moribundo le había manifestado que cuidara de Alicita y Juan Guillermo.
Alicita tomo luego la iniciativa y apretando las manos de su chofer inclino su cuerpo y acercándolo al suyo le dio un beso en la frente. El motorista absorto y al calor del coñac reaccionó ante la situación presente y devolvió otro beso en la frente de la patrona y le manifestó su apoyo.
Alicita se fue tranquilizando y en pocos minutos se durmió. El chofer se retiró a la alcoba meditando sobre lo acontecido, pero pensando principalmente en la supuesta aparición del espíritu del Coronel. Entró en sospechas sobre Jaime el cerrajero. Se dirigió al cuarto de huéspedes y extrañamente Jaime no se encontraba allí. Eran casi las cinco de la mañana. Esta situación hizo entrar al motorista en la conclusión de que el tal espíritu de Pedro que había tocado los pies de Alicita no era mas que la persona de Jaime el cerrajero que había gateado a Doña Alicita con el ánimo de accederla sexualmente aprovechándose del estado de ebriedad en que esta se encontraba. El chofer entró en cólera, sacó la pistola de dotación que había sido entregada para seguridad desde que llegó a trabajar con Doña Alicia y el Coronel. La misma pistola con que LA PATRONA HABIA ATENTADO CONTRA EL CORONEL. Luego se dedicó prudentemente a la búsqueda de Jaime el cerrajero por la casa. Estaba iracundo por los acontecimientos, y particularmente por la conducta asumida por Jaime, quien había defraudado la confianza en él depositada, exponiéndolo a una situación vergonzosa y peligrosa que podría acarrear consecuencias de diferente orden, incluso legales. Con pistola en mano y montada continua en la búsqueda por varios lugares: cocina, garaje, biblioteca. …y nada. No encontraba a Jaime el faltón. Mayor era la ira del motorista al no ubicar a Jaime y confirmar así las sospechas de que el espíritu de el Coronel que se le había aparecido a doña Alicia no era nada mas ni nada menos que el hijueputa gateador de JAIME.
Por último el motorista se dirigió a su propia alcoba, es decir a la alcoba asignada para su pernoctación, ultimo sitio que no había sido revisado. Tremenda sorpresa se llevó al encontrar a Jaime debajo de la cama, quien al ser requerido salio con los ojos desorbitados y rojos, talvez por la trasnocha y el consumo de marihuana en el concierto. Arrodillado Jaime pedía al motorista que no lo fuera a matar, ya que aquel le apuntaba con la pistola y le manifestaba: Hijo de puta me fallaste, me faltaste en la confianza que te brinde al dejarte en casa sin el conocimiento de la patrona. Hijo de puta te voy a matar. Jaime seguía arrodillado suplicando que no lo matara. El chofer bajó la pistola pero arremetió de puntapiés contra Jaime, quien estirándose en el piso logro meterse de nuevo bajo la cama. Desahogado de la ira y desarmado el espíritu, el chofer reaccionó requiriendo de nuevo a Jaime para que saliera de bajo la cama, mientras que aquel rogaba que no le hiciera algo salio por fin de su escondite.
Ya para esa hora estaba amaneciendo. El chofer procero que Jaime saliera de la casa sin que se enteraran las muchachas del servicio domestico, pero ya una de las mucamas estaba en la cocina y para salir se evidenciaba la presencia de Jaime pues era imprescindible el paso de este por la cocina o por la puerta que comunicaba la cocina y el comedor. Ante esta situación le dijo a Jaime que lo mejor era que esperara debajo de la cama hasta las siete de la mañana y luego procuraran hacer creer que Jaime había madrugado a continuar con los trabajos de cerrajería que adelantaba por aquel entonces en la mansión, propiamente en el sector del jardín ubicado en la parte posterior de la piscina. Temeroso por llegar a ser percibido en su propósito o coartada, el chofer se dirigió a la puerta del garaje y oprimió desde dentro el dispositivo del timbre, luego de un prudente lapso de tiempo abrió y cerró la puerta del garaje con el fin de que se creyera que alguien había entrado. Para ese momento ya la ama de llaves, Juana, estaba levantándose, aunque un poco tarde de acuerdo a lo acostumbrado, en razón a la trasnocha. Tras unos minutos Jaime se dispuso a iniciar su trabajo de cerrajería aparentando que acababa de llegar. Al dirigirse Juana a la cocina observo a Jaime muy presto en sus labores por la parte aledaña a la piscina, preguntando en forma insinuante que a que hora había llegado y tan temprano. Que no lo había visto entrar, a lo que hubo de responder por parte del motorista que Jaime acababa de entrar, que si no había escuchado el timbre. Juana un poco inquisitiva y con cierta insinuación de duda manifestó que no lo había visto entrar aunque si había escuchado el timbre, que le extrañaba que habiendo trasnochado en el concierto estuviera tan temprano de nuevo en el trabajo, Jaime manifestó que no había ido hasta la casa y que se quedó en el centro para regresar temprano ya que era urgente terminar el trabajo, pues se trataba de unos arreglos iniciados en la parte aledaña a la piscina que se había interrumpido por el evento de la muerte del Coronel.
Así las cosas el incidente de la gateada de Jaime a Doña Alicita fue superado en tal forma que se aclaró la duda de Juana la ama de llaves y se evito un escándalo mayúsculo que hubiera podido tener consecuencias tanto para el chofer de doña Alicia como para Jaime. Este episodio se cerro así y Alicita quedo en el convencimiento de que Pedro su marido recientemente muerto se le había aparecido en espíritu representado por una sombra negra que se le sentó en su cama y le toco las piernas. Coincidencialmente Jaime el cerrajero era un hombre de raza negra y su color bastante acentuado, azul jaruli.
Había pasado un día desde que fue enterrado el Coronel y Alicita tomaba día y noche, además que consumía las pastillas de costumbre. Ese día lo había pasado en la casa. En las horas de la noche se sentó Alicita en la sala de su mansión. Por cierto una sala muy amplia que cubría o abarcaba gran parte de la mansión, unos 10 metros de ancho por unos 20 de largo. En la sala había fuentes de agua, jardines, tres juegos de muebles que con una gran variedad de lámparas, adornos, bisuterías, cachivaches y biombos adornaban el entorno. Parecía ante todo una bisutería. El contraste era confuso ante la variedad de adornos y demás. Parecía ante todo un almacén de variedades. En verdad algo admirable en cuanto a su decoración. Dos equipos de sonido, comedor en la parte superior de la sala. Alicita se ubico en la parte próxima a la oficina y la calle. En la primera parte de la sala. Encendió el equipo de sonido de la zona. Música clásica. El chofer poco lograba entender aquellos sonidos. Alicita insinuó al motorista que se sentara en la silla de su lado, le brindó un trago de Ginebra del que bebía a pico de botella, el motorista tono un sorbo de aquella bebida un poco extraña a su paladar. Alicita manipulo el equipo de sonido y puso a rodar un long play con música de Ricardo Fuentes. Sorbió otro trago e invito de nuevo a su chofer a que tomara, el chofer no contradijo a su patrona y sorbió el pico de la botella. Alicita se encontraba vestida con un ropaje negro. Manifestó a su chofer que iba a cambiar de vestuario y enseguida regresaría. Se desplazó a su cuarto. Regreso vestida con una bato de dormir transparente y sin pantis. Esto se lograba percibir por la claridad que trasmitía la piyama. El chofer se sintió confuso por la presentación de su patrona. Insinuante, Alicita lo invito a bailar. Sonaba una melodía del Trio La Rosa. Se acercaron y empezaron a bailar la melodía. Bolero, por cierto. Mister Solo sintió el cuerpo de Alicita junto al suyo y enseguida su sensibilidad masculina se pronuncio.
Bailaron apasionadamente la pieza musical y casi exhaustos, mas por la emocion y nerviosismo que por otra razòn, se fueron dirigiendo instintivamente hacia el cuarto de huéspedes. Cruzaron la puerta y cuando la cerraron ya Alicita se habia quitado la batola, excitada por la proximidad que habia tenido al bailar. Los perros y especialmente MICKY el perro negro y lanudo de Alicita se encontraba exacerbado y gruñia amenazante contra el chofer mostrando sus caninos y molares. El can no se apartaba de Alicita. El motorista le solicito a Alicita que retirara al can. Con dificultades se logro evitar el perro. En ese momento aparecio Juana la ama de llaves. Se interpuso entre estos e inquirió a la patrona por su comportamiento. Que era lo que estaba haciendo, que era lo que pasaba con el chofer, que se fuera a su pieza. Que porque estaba despojada de ropas.
Alicita se enfureció y colocándose la batola se dirigio a Juana y le manifestó : metida, la que tiene que dar cuenta de la conducta eres tú, atrevida, porque bienes a meterte en mi vida privada, atrevida, vete a dormir no seas metida. Juana no tuvo otra alternativa que dirigirse a su alcoba. Alicita tomo otro trago y paso la botella a su chofer que hizo lo mismo y bailaron otro bolero dirigiendose enseguida de nuevo al cuarto de huéspedes. Cerraron la puerta dejando por fuera los canes, rocky, niña y micky. Alicita besaba insistentemente a su chofer, este se fue emocionando y su apéndice masculino se fue erguiendo. Alicita empezó a despojarse de su vestidura, ligera por cierto. Se besuquearon. El licor y los estupefacientes habían hecho su efecto para la excitación, erección y deshibicionismo. Entraron en una juerga de lujuria y sexo. Se tiraron al piso alfombrado de la alcoba. El chofer trataba de penetrar a Alicita, esta se contorsionaba emocionada. Prácticamente estaba virgen, su estrechez hacia difícil el introito: hazlo, hazlo papi. Después de cierta insistencia el motorista logro la penetración con la ayuda de una crema lubricante que Alicita encontró en el baño. No vayas a terminar, contrólate manifestaba Alicita, quien alcanzó el orgasmo una, dos, tres veces y se desmayó reposando su cuerpo desdoblado sobre la alfombra. El chofer que controló por largo rato su eyaculacion por fin dio respuesta a su naturaleza lo hizo en el cuerpo desmadejado de Alicita. Esta reaccionó un poco .Gracias, gracias, manifestó y volvió a sucumbir en su marasmo. El chofer empezó a contemplar absorto el cuerpo de Alicita confirmando lo dicho por su patrona: que ella estaba de nuevo virgen ante la falta de actividad sexual y que su cuerpo era una porcelana. Si un blanco porcelana entre el cuello y los tobillos, ya que sus pies y su cara contrastaban con el resto del cuerpo que se notaba muy lozano, terso y provisto de unas tetas muy bien puestas y erguidas. Luego Alicita y su chofer cayeron en un sueño profundo del que despertaron motivados por el calor solar que entraba en rayos por la ventana y los puso a sudar. Se levantaron y entraron al baño con el fin de darse un duchazo. Pudo más la pasión sexual y al entrar a enjabonar el motorista a Alicita, tal como ella se lo solicito, se despertó la pasión e iniciaron de nuevo el juego sexual, rosando sus cuerpos enjabonados que hacia mas excitante la sesión amorosa. Alicita opto por una postura en sus cuatro extremidades que iniciaba en la taza del sanitario con sus manos puestas en ella. Su insinuante postura facilito para esta oportunidad una penetracion más facil y de disfrute también por el efecto del jabón. Alicita en su éxtasis orgásmico emitió gritos, que escuchados por las mucamas que realizaban sus faenas cotidianas, se dirigieron a la alcoba de huespedes y empezaron a tocar la puerta con insistencia. Doña Alicia, Doña Alicia, que le pasa, abra la puerta, abra. Alicita que ya habia bajado el tono de sus manifestaciones emocionales se incorporó, enjuagó vistiéndose de prisa y salio a responderle a Juana, la ama de llaves que insistía en su llamado. Doña Alicia ya estan por llegar sus amigas que quedaron de salir con UD. A las 10 de la mañana, Juan Guillermo también ha despertado ya, camine vamos para su alcoba y se la llevaron las mucamas. El motorista cerro con seguro la puerta de la alcoba y se dedico a tomar un baño relajante, con la satisfacción del deber cumplido.
Las amigotas de Alicita frecuentemente le insinuaban que no se quedara sola en su viudez, que consiguiera su pareja para que pasara su nueva luna de miel, pues estaba otra vez virgen, tal como ella insinuaba. Lo que no sabian las amigotas era de que ella ya estaba pasando la segunda luna de miel con su chofer. Le hicieron presentaciones de hombres que trataron de conquistarla, pero no llegaron a impactarla asi tan fácilmente. Ella manifestaba que necesitaba de un hombre adinerado o que al menos fuera profesional, pues desconfiaba de que se le arrimaran por su dinero.
Ante esta situación sus amigotas empezaron a insinuarle que realizaran una misa negra para iniciarla de nuevo en el sexo, ya que para aquel rito se requiere de una mujer virgen y que ella era la precisa pues reunía tal requisito.
La insinuación fue aceptada por Alicita que en sus delirios de alcoholismo y drogadicción encontraba en la opción una excitante posibilidad de aventura sexual. En varias oportunidades trataron de concertar el evento pero no fue posible la realización. Consecuentemente ante la imposibilidad de realizar la misa negra, optaron por realizar una velada con el componente sexual, es decir una orgia que se programa para un viernes cultural, evento que tenia en el fondo el propósito de adjudicarle un macho a la viuda por parte de sus amigotas. Desde el dia miércoles Doña Alicia empezó a manifestar a la servidumbre que el los días viernes y sábado los podían tomar libres, a excepcion de Mary, una de las mucamas encargadas del arreglo de la casa. Ordenó igualmente a Anita la cocinera que debía de dejar preparada una cena para el viernes en la noche.
El chofer, que habia escuchado desde su dormitorio las conversaciones y planes, aceptó las proposiciones de su patrona y se dedicó a planear la forma como se colara en la casa de su patrona el dio de la orgia.
Por el dia viernes en la tarde el chofer se despidió, simulando salir de la mansión por la puerta pricipal, dando un fuerte portazo para ratificar su salida, ingresó de nuevo a la vivienda por la puerta del garaje que habia dejado previamente ajustada sin seguridad, furtivamente se resguardo en los vehículos automotores y a la menor oportunidad ingresó por la cocina hasta la habitación que le habían asignado para vivienda y se encero en ella. Permanecio allí hasta las diez de la noche, hora en que empezó la velada.Mientras estuvo en la habitacion logro escuchar conversaciones sobre los preparativos de la fiesta, asi como la despedida las de mucamas que debieron salir en franquicia y a ultima hora cuando Alicita mando a dormir a Mary, la empleada que quedo en la casa, a quien encerro en el dormitorio bajo llave. Aproximadamente a las once de la noche habían llegado tres parejas y un solitario personaje, esté ultimo seria la pareja de Alicita.
Conformaron un grupo y se establecieron en un rincón de la sala sobre la alfombra y empezaron a consumir licor. Dos parejas eran casados .La otra pareja era conformada informalmente para el momento de la velada. El motorista que habia salido ya de la habitación se ubico en el garaje y resguardado en uno de los automotores fisgoneaba por la fractura de un vitral que dividida el garaje de la sala. Tenia un anglo perfecto para enfocar a los contertulios, quienes aproximadamente a la hora de iniciada la velada empezaron a practicar “ El Juego de la Botella “ consistente en hacer girar una botella en medio del circulo conformado por los asistentes a la reunión. La persona sobre la cual quedara señalando empico de la botella debía despojarse de una prenda de vestir. Se brindo de un cigarrillo de marihuana al que le dieron algunos de los asistentes una o dos fumadas. Unos, no todos. Otros consumieron cocaína. Una de las damas se abstuvo de consumir estupefacientes y brindo con Wisky. Los giros de la botella se realizaban con más frecuencia. Los asistentes emitían risas y palabras de complacencia cada vez que la botella paraba y señalaba a alguien que debia despojarse de una de sus prendas de vestir. Coincidencialmente la mayor parte de los giros terminaban señalando a Alicita quien feliz de la vida se despojaba de sus vestidura.
La dama que se abstubo de consumir los estupefacientes de un momento a otro y un poco nerviosa, preguntó a Doña Alicita sobre el paradero del chofer. Esta manifestó que se encontraba en descanso, que ese día no estaba trabajando, púes le habia dado a el y las mucamas libre hasta el siguiente da, con excepcion de Mary que ya estaba durmiendo bajo llave. La dama riposto a Doña Alicita que se sentia nerviosa, pues presenta que alguien miraba, que si estaba segura que solo la empleada que estaba durmiendo habia quedado en la casa.
Alicita fue hasta la alcoba de la empleada y regresó pronto manifestando que Mary dormía bajo llave en la alcoba. La dama insistió en su nerviosismo.
Estaba en lo cierto, pues el chofer la miraba con insistencia desde sus escondite, admirando su cuerpo semidesnudo, las protuberantes y erguidas mamas y ante todo confundido por la actitud asumida por el grupo pero particularmente por la dama que habia demostrado nerviosismo, ya que la conocía de antemano y la habia admirado y respetado como toda una Señora Dama. La inquietud de la dama también causó nerviosismo en el chofer que estupefacto miraba como se intercambiaban las parejas, al calor de licor y los estupefacientes iniciando asi la orgia, tomando para si, cada quien la pareja de su gusto. Entre las parejas habían dos matrimonios conocidos del chofer, los cuales consideraba estables y respetables sin llegar a considerar que estas conductas o comportamientos pudieran ser propias en esas parejas de esposos, por cierto con hijos, algunos ya adolescentes. La tercera pareja estaba conformada por una amiga de Alicita con tendencia al lesbianismo. A doña Alicia le habían llevado como pareja a un ingeniero con el que pretendían organizarla.
El ingeniero era un poco parco en cuanto al cortejo y los demás concurrentes le insinuaban continuamente para que cambiaran su comportamiento. Este optó por retirarse del grupo con Alicita, dirigiendose al sector de la piscina, en la parte social. Ya para ese momento el chofer se encontraba encerrado en su dormitorio que estaba al lado del vistiere desde donde podía mirar a través de un gran anguilo las incidencias de la pareja formada por su patrona y el ingeniero. Alicita se despojo del panti y el brazzier que era lo que le quedaba de vestidura, el ingeniero de calzoncillos, camisilla y medias. El se sentó en una silla y ella sobre las piernas de aquel que trataba de penetrarla. Alicita se contorsionaba y pedias a gritos el introito. Al parecer fue una misión imposible para el ingeniero, ya que despues de quince o veinte minutos Alicita vociferaba contra el ingeniero diciéndole que no Serbia para nada.
El ingeniero se retiros de la casa. Alicita paso por la sala donde fue inquirida por los demás contertulios acerca de lo que habia pasado, aquella respondio que esa clase de invitados no se los presentaran. Subio a su alcoba, se ducho y regreso a la sala. Consumieron unas cuantas copas y la anfitriona dio por terminada la velada ante la protesta de los visitantes.
Los asistentes se retiraron a eso de las tres de la mañana. La velada salio velada como aquellas fotos mal tomadas.
Al día siguiente el motorista se levante a eso de las cinco de la mañana y salio con sigilo gatuno a fin de no dejar detectar su presencia en la casa por alguna de las mucamas que debian regresar a la mansión a las seis de lama ñaña, ya que Mary si sabia de la presencia de este en casa aquella noche, pues se habían puesto de acuerdo para observar la orgia aunque no desde el mismo sitio o juntos. La otra persona que quedo en casa fue el niño adoptivo al que le suministraron un somnifero que lo dejo grogui hasta entrado el medio dio siguiente a la velada. Lo del somnifero fue comunicado posteriormente por Juana al chofer. Al pasar el chofer por la parte social de la piscina hacia el garaje para salir de la mansión, encontro el pantis y el brazzier que Alicita habia dejado botados en la noche. Esta escena causo cierto escozor en el, pues ya tenia relaciones con su patrona. Al parecer sintió algo de celos.
LOS CANES Y EL INCIDENTE EN EL PARQUE PANAMERICANO
Alicita era asidua a los canes, tenía tres; dos machos y una hembra: Mickey, niña y roky. Ella les daba un cuidado muy especial. Permanentemente les suministraba farmacos, especialmente a Mike le suministraba tres clases de pastillas.A niña le daba de dos y a roky solo de a una dos veces en la semana. Mickey era el mas apegado a la ama, en segunda instancia estaba niña, a perra de edad media, el mayor de los canes era indiferente a su ama, gozaba de buen retiro en razon a la edad que solo le permitía comer dormir y otro menester ademas de desplazarse peresosamente por una parte la casa.
Los dos primeros canes tenían un comportamiento bastante extraño con su ama, e incluso con personas que visitaban la mansión. A la menor manifestación de afecto o cariño que se les mostrare, estos canes trataban de ingresar con su hocico a los genitales de las personas, sin importar que fuera hombre o mujer. Solo bastaba para ello una muestra de confianza hacia ellos. No obstante, también se comportaban hostiles cuando las personas se acercaban a su ama, adoptando una conducta agresiva. Este comportamiento animal causaba inquietud entre las personas que visitaban la mansión de Alicita. Ella trataba de disimular los incidentes aislando a los canes. En una oportunidad que Alicita se desplazaba en su cadillac por os alrededores del estadio Olímpico Pasar Guerrero en el parque Panamericano al regreso de Jamundì, y cuando los hinchas o fanaticos del futbol salean de un partido, una turba impidió el paso del Cadillac. Mickey el can principal, al fin y al cabo como perro de rico sacaba la cabeza por fuera de la ventanilla del vehículo y con su hocico pretendía olfatear a los peatones. Uno de los hinchas se acerco al vehiculó y tomando la cabeza del canido manifestó: TAN LINDO EL HIJUEPUTA MINETERO ESTE, y le pego una cachetada al perro. Alicita reacciono iracunda y desencajada, si desencajada porque al expresar su ira no solo se le desencajo el rostro sino que también se le salio la prótesis dental al expresarle al insolente peatón : “Mas hijueputa eres tu, y minetero tu padre hijueputa “ . Desencajado aun su rostro pero con la prótesis acomodada se dirigio a su chofer y le solícito que le pasara la pistola de dotación que portaba aquel. El motorista negó a la patrona su petición. Aquella indignada trató de sacarle de la pretina el arma.
Un ligero forcejeo se dio entre doña Alicia y su chofer, sin que la patrona lograra tomar el control de la pistola. Paséeme la pistola, paséemela, yo mato a este atrevido chusmero hijueputa . Pásame la pistola.
El conductor se negó a entregarle el arma y optó por cambiarla de lado en su pretina, no sin antes elevar los vidrios parabrisas laterales del vehículo, por cierto de manejo electrico, haciendo igualmente uso de la bocina para despejar la turba que celebraba la interpelacion de aquel vándalo imprudente que habia sacado de casillas a Alicita al calificar de minetero al can.
La turba se estaba enardeciendo y gritaban en coro: “Minetero,minetero hijueputa “. El vándalo que habia golpeado al perro gritaba:
Bruja,oligarca hijueputa.
El conductor previendo que algo grave podia suceder ante la arremetida de los vandalos desadaptados que empezaron a agredir al pequeño Juan Guillermo y a golpear el carro, aceleró a toda marcha logrando salir de entre la muchedumbre golpeando con el vehículo a algunos de los peatones que se interponían a dejarlo partir, mientras que la mayoría se apartaron del carril al percibir la determinacion del chofer de retirarse cualquier costo.
Varios guijarros alcanzaron a golpear el vehicula en la cajuela y un stop cuando logro salir del tumulto. Desplazándose a toda marcha por la calle Quinta, los ocupantes del Cadillac prosiguieron su recorrido hacia el norte y después de un recorrido prudente llegaron a la proximidad del parque Santa Librada donde Doña Alicia solicitó al conductor que estacionara en un centro musical donde hacían presentaciones grupos musicales de cuerda.
Antes de ingresar a dicho centro musical, comentaron sobre el incidente después de haber recorrido un tramo en silencio dentro del vehículo. Al carro se arrimó el portero del centro musical invitando a seguir.
Una vez dentro del establecimiento donde varios grupos ofrecieron los servicios, el motorista se encontró con el integrante de un trío que resulto ser amigo, se trataba de Isabelino , un músico y cantante del Crucero de Guali, Cauca, que habia adoptado el nombre artistico de EL NEGRO CHARLI, en honor a Charlie Figueroa, famoso bolerista a quien emulaba.
Optaron por contratar al trío de Valencia. El músico llamó al propietario del centro musical para presentarle a los recién llegados. Ante este acto de cortesia el propietario se presento: Profesor Numar para servirlos.
Se trataba de un todoista que habia sentado raices en Cali y se dedicaba a las actividades de la Parasicología y la música.
Después de las presentaciones se realizo un brindis e incluso el profesor que también era músico ofreció cantar después del primer set del trío del Negro Charlie, unas canciones en honor a los visitantes del Cadillac.
El trío habia tocado dos canciones cuando en la calle se escuchó la vociferación de un grupo de personas que gritaban: bruja, oligarca, salir, bruja hijueputa, al tiempo que sonaron algunos golpes en el carro y en la ventana del centro musical que se encontraba cerrada a media luz.
Ante esta algarabía el motorista se asomó por una ventana y pudo percibir que se trataba de los hinchas futbolistas que siguiendo la misma direccion en que ellos viajaban habían llegado al sitio cuando se desplazaban a pie rumbo al centro de la ciudad. Casualmente en ese momento pasaba una radio-patrulla de la Policia que entró a terciar en el incidente, logrando disuadir a los vandalos aficionados que optaron por emprender las de Villadiego.
La velada musical se interrumpio y Doña Alicita opto por retirarse a casa después de observar que el vehículo habia sido impactado e incluso un vidrio lateral habia sido roto.
Alicita habia llegado a casa procedente de Yumbo donde habia estado comiendo pandebono caliente y tomándose unos tragos de aguardiente en uno de los sitios de recreacion en aquella ciudad por aquel entonces de gran afluencia turistica. Posteriormente pidio a su conductor que la llevara a Jamundi, donde visitaron el balmeario Los Guayabales, allí consumieron una botella de aguardiente blanco del Valle y ella tambien ingirió una dosis de pastillas: sinogan, mogadon y diazepan. La patrona se encontraba bastante ebria y su chofer le sugirio que regresaran a Cali. Ella aceptó pero con la sugerencia y condicion de que fueran a terminar la velada en casa. De regreso Alicita solicito a su chofer que le consiguiera una dosis de cocaína. Al ingresar a la ciudad sucursal del cielo, el motorista se estacione en el sector de la calle quinta, en el barrio Tequendama, donde estaban concentrados una serie de grilles, sector donde se podía conseguir el alucinógeno requerido por doña Alicia. No fue posible conseguirlo, Prosiguieron el desplazamiento en el vehiculó hacia el norte pasando por el centro de la ciudad donde consiguieron el alucinogeno en la calle novena sector denominado La Calle del Pecado.
Al llegar a la casa subieron el segundo piso a la alcoba de la patrona y ella en el baño privado se dio el primer pase de cocaína. El chofer se dirigio a la biblioteca y se fumo un cigarrillo de marihuana. Luego la pareja consumió una botella de aguardiente.Era aproximadamente la una de la mañana. Las empleadas del servicio de Alicita dormían al igual que Juan Guillermo que se habia quedado en la cama de su madre adoptiva. Alicita solicitó al chofer que retirara al niño a su alcoba. Este asi lo hizo. Al regresar de dejar al niño, el chofer encontró a su patrona desnuda en la cama. Esta lo invito a tomar otro trago. Sobre la mesa de noche estaba la cocaína que luego Alicita acabo de consumir de un sorbo. Un trago mas y se inicio la sesión de sexo a la que el chofer accedía desinhibida al calor de las copas y la cannabis sativa. Alicita felicito a su chofer por su calidez amatoria y resistencia. Este en sus adentros pensaba que solo bajo los efectos del licor y la cánnabis realizaba esas faenas en cumplimiento de un cuasi deber con su patrona, para luego percibir un sentimiento de culpabilidad al recordar a su esposa e hijos que sentia traicionados. Tomó un trago más y se dispuso a dirigirse a la alcoba que ocupaba en la casa. Antes de retirarse ventiló la alcoba y cerro los ventanales. Alicita se incorporo y ordeno a su chofer que dejara las ventanas abiertas y apagase el aire acondicionado que preferia la brisa de la noche al aire acondicionado, pues este ultimo le afectaba. El chofer insistió en cerrar las ventanas argumentando que había muchos zancudos. Alicita insistio autoritariamente que dejara abiertas las ventanas, que a ella los zancudos no le hacían nada, que ella era “la reina de los zancudos”. El chofer obedeció las órdenes de su patrona quien ademas le manifestó que al día siguiente la llamara a las ocho de la mañana para salir a cobrar algunos cañones de arrendamiento. Al da siguiente a la hora antes indicada el motorista se dirigio a la alcoba de su patrona. Gran sorpresa se llevó cuando al entrar vio en el lecho un cuerpo completamente negro, algo asi como un cadaver calcinado. Dirigió su mirada alrededor de la cama tratando de entender si lo que habia sucedido era un incendio y su patrona habia perecido quemada o calcinada, pues la apariencia del cuerpo era esa. Se aproximó a la cama para cercionarse directamente sobre el cuerpo. Cuando trato de tocar el cuerpo, vaya, otra sorpresa, una nube de zancudos se elevo del cuerpo de Alicita. Era un espectáculo aterrador. Miles de zancudos que posaban en el cuerpo volaron y dejaron al descubierto el cuerpo de Doña Alicia que ahora se veía con un sarpullido de color rojizo que cabria toda su epidermis dando la imagen de un cuerpo atacado por rubeola o sarampion. Fue una escena un poco dantesca. El chofer removió el cuerpo de doña Alicia e hizo volar a otros zancudos que difícilmente lo hacían al desprenderse del cuerpo, ya que tenían abultado su abdomen y el sobrepeso les dificultaba el vuelo.
Llamo a la patrona con la intención de despertarla, pero esta no respondía. Este insistía removiendo el cuerpo pero fue inútil. Alicita estaba en estado de coma. El chofer asustado llamó a la servidumbre y con ellas insistio en despertarla. Alicita no reaccionaba. Le frotaron alcohol y nada. Su cuerpo estaba desmadejado. Trataron de incorporarla y se dieron cuenta que estaba inconsciente. Se determinó de inmediato llevarla a la clínica de Occidente, la más próxima y donde regularmente asistía a control medico. Al llegar a la clínica el chofer informó al medico que atendio de urgencias sobre la forma que habia encontrado a su patrona, le narro lo de los zancudos. El medico desestimo tal versión sobre la causa de la enfermedad. Alicita fue incorporada a la sala de cuidados intensivos. Alli estuvo recluida por nueve días sin llegar a recobrar el sentido. El chofer insistió ante el médico sobre la causa u origen del estado de doña Alicita. Él medico se negó rotundamente a aceptar la teoría de los zancudos como causa de la enfermedad. Doña Alicita no recuperaba el sentido.
Por aquellos días se iniciaba la temporada de vacaciones de Semana Santa, el medico de cabecera que atendía a Doña Alicita salio de vacaciones a San Andrés. Lo reemplazo otro mas joven. Este galeno inda sobre la enfermedad de Alicita al motorista quien le manifestó el acontecimiento de los zancudos. El nuevo medico prestó especial atención a este suceso y ordenó tomar muestras de sangre a la paciente. Los resultados dieron fundamento a la version del chofer de Alicita. Ella estaba padeciendo una anemia aguda que la habia llevado al estado de coma. El galeno ordeno que se le hiciera una transfusión de sangre. La paciente empezó a reaccionar a partir de suministro de sangre, recobrando totalmente el conocimiento a los tres días de tratamiento con el nuevo galeno. El nuevo medico tratante solicito al chofer que guardara silencio sobre la cuestión de los zancudos.
Alicita se recupero totalmente y estaba lista para ser dada de alta de la clínica. Llano al medico para solicitarle que estableciera los honorarios profesionales. Quince mil pesos me debe doña Alicita, inquirió el medico. Doña Alicia ordeno al chofer que emitiera un cheque por veinte mil pesos, que entrego al galeno con una manifestación de agradecimiento. Igualmente el medico agradeció la bondad de la paciente. Ella manifestó que de su parte era una muestra de agradecimiento por haberle devuelto la salud y posiblemente hasta la vida. El medico llamó a un lugar un poco discreto de la clínica al chofer y le entrego de su bolsillo mil pesos, solicitándole una vez mas que guardara silencio sobre el incidente de los zancudos. Alicita regresó a casa y a los tres días inició de nuevo su agitada vida de licor drogas y fantasías. Se habia superado el incidente de los zancudos y estaba probado que era La Reina de los Zancudos, pues ni siquiera aproximadamente cinco o seis mil de estos insectos lograron quitarle la vida.
Alicita habia asignado a su motorista la conducción restrictiva del automóvil CADILLAC, manifestándole desde que inició labores que dicho vehículo era de su exclusivo uso, y que solo le permitiría a aquel que montara en el carro a la madre, hijos y esposa. La advertencia fue clara desde un principio, y en cambio le dio amplias facultades para que se desplazara en el automotor NISSAN con mas laxitud, incluso se lo prestaba para realizar paseos. Esta garantía o confianza fue acogida por el chofer quien con regularidad se desplazaba por diferentes partes del país disfrutandolo con su familia y amistades.
La restricción al desplazamiento en el CADILLAC fue cumplida a cabalidad por el motorista hasta que en una oportunidad que visitaba a su madre, apareció una prima política que provenía del istmo de Panamá. Ellos no se conocían y el impacto de Cupido fue inmediato. Amor, o tal vez pasión a primera vista. La dama se le insinúo inmediatamente se conocieron. Una química extraordinaria se fungió entre estas dos personas y a la hora y media de conocerse estaban ya planeando una salida que se concretó desplazándose la pareja a una fuente de soda donde tomaron una caneca de brandy que compro la dama y enseguida se fueron a la cama. La faena sexual hizo retrasar al motorista en llegar a casa de su patrona. Aquella estaba esperando la llegada del motorista en su vehicule e inquirió por la demora, a lo que este manifestó que el vehículo habia tenido una falla y que fue necesario acudir al taller de electricidad e incluso habia quedado debiendo dinero como parte del costo del arreglo, presentando una factura que habia conseguido en taller de un amigo. La patrona acepto la disculpa muy a su pesar manifestando dudas al respecto y recordandole al motorista que cuidado hubiera violado la recomendación sobre el uso del vehículo.
El motorista quedo prendado de su prima política y al dio siguiente salio de nuevo con esta. Para esa oportunidad visitaron un grill donde tomaron una botella de brandy que pago la dama, desplazándose después a un amoblado donde pasaron la noche. Estos encuentros se hicieron frecuentes y siempre era la dama que asumía los costos. El motorista empezó a tener faltas en el trabajo y fue amonestado por su patrona quien le solicitó explicación del comportamiento adoptado por el. Explicaciones iban, venían y el chofer seguía saliendo con su prima que le requería de que saliesen en el automotor Cadillac, hasta que en una oportunidad fue visto por una de las amigotas de Alicita en compañía de la prima cuando de desplazaba por la Avenida Sexta. En horas de la noche la amigota de Alicita se desplazo a la mansión de aquella y en el hall de la parte posterior de la casa entabló conversación narrándole sobre la forma en que habia visto al motorista en el Cadillac acompañado de una dama, manifestando las características de la fulana y la hora del avistamiento, inquiriendo ademas a Doña Alicia de que debía despedir a su chofer que se habia osado a subir a su carro a esa mujer que debía ser su amante, ya que iba muy próxima a el cuando conducia. Alicita pregunte sobre las características de la dama acompañante y manifestó que posiblemente era la esposa de su chofer ya que con incidía la descripción, ya que se trataba de una mujer morena. La interlocutora insistía que esa no era la esposa del motorista, ya que la habia visto con anterioridad a ella y los niños en el campero e inquirio de nuevo a Alicita manifestándole que porque asumía esa actitud de defensa de su chofer, que le extrañaba esa forma de defenderlo, que no debía de asumir esa clase de comportamiento, pues ya las amistades e incluso familiares estaban sospechando que ella tenia una relación sentimental con su chofer, que ese comentario se escuchaba ya reiteradamente. Alicita insistió en defender a su chofer, pero manifestó a su amiga Amparo que requeriria a su chofer sobre los hechos. Mientras su patrona y la amigota sostuvieron el dialogo, el chofer escuchaba desde su alcoba que estaba situada en la proximidad. Ante el llamado de una de las mucamas las contertulias se dirigieron al comedor donde tomaron te y café y después de un corto diálogo en ese lugar se despidieron. Doña Alicia llamo a motorista y le ordenó que llevara a la chismosa a su casa. El chofer saco del garaje el coche del cuento e invito a subir a su detractora dirigiendose a la Avenida Sexta lugar donde residía aquella, en el negocio de churrascos que compartía con su esposo en la zona rosa de Cali.
En el desplazamiento el chofer guardaba silencio mientras se mordía la lengua para contener su ira. La pasajera interrumpe el silencio iniciando un dialogo manifestándole al chofer que Alicita ya se encontraba recuperada de la enfermedad que habia padecido, agregando de que habían pasado un rato muy ameno hablando sobre muchas cosas. El chofer que se encontraba indignado por lo que habia escuchado, rompió su silencio y manifestó: claro que hablaron mucho, yo las estaba escuchando. Hablaran tanto que hablaron de mí, y me extraña que Ud. toda una dama de la alta sociedad se ocupe de chismosear acerca de mi persona. Respéteme que aunque soy un chofer merezco respeto y le pido que no se ocupe de mi vida, pues yo en la de nadie me meto y aunque se cosas de Ud. que he visto y escuchado nunca las comento. Amparo respondió que ella no habia hablado nada de el y que era lo que sabia de ella, que no fuera grosero. El silencio acompaño al chofer y su pasajera por el resto del trayecto.
Al llegar a la casa, la pasajera se bajó con altivez y dando de portazo al vehículo se dirigio a la entrada del negocio sin dirigir palabra alguna al motorista.
El chofer tomo de nuevo la ruta a la vivienda de su patrona, quien antes de que este se dirigiera a llevar a Amparo a su casa, le habia manifestado que el dia siguiente la llamara a las nueve de la mañana para salir a realizar unas diligencias de cobro de arrendamientos. Al llegar a la casa de su patrona el chofer estacionó el vehículo en el garaje y se dirigio al dormitorio asignado donde paso buena parte de la noche sin poder conciliar el sueño. Pensaba y repensaba sobre el incidente, se encontraba bastante molesto por ese hecho y otras situaciones pasadas en que se sentia discriminado y humillado, como el incidente ocurrido en la celebración del compromiso de matrimonio en el que Alicita seria madrina. En esa ocasión después de recoger a una serie de invitados y habiéndose quedado alejado de la parte social donde se realizaba el evento fue llamado por Alicita a la hora del brindis, pero cuando se realizaba la ronda de la champaña en la gran copa, al llegarle el turno en el circulo que rodeaba los novios, Alicita vacio en una copa pequeña para que allí brindara su chofer. Este gesto de discriminacion y otros, tenia molesto al chofer, quien aun a pesar de su origen campesino, se sentía herido en su personalidad y estaba resuelto a renunciar al trabajo que tanto lo comprometía, hasta el punto de alejarse bastante de su hogar. Caviló y caviló hasta la madrugada cuando por fin concilió el sueño.
Al dio siguiente se levanta a eso de las siete de la mañana, despues de la ducha y el desayuno se dedicó a realizar el mantenimiento regular de los automotores.
A las nueve de la mañana se dirigió a la alcoba de su patrona para llamarla, de acuerdo al requerimiento hecho la noche anterior. Ya su patrona venia en hacia al comedor y al dirigirle este la palabra, aquella no le respondió adoptando una postura de rechazo.
La patrona se asomó por el garaje y solicitó a la empleada de la cocina que le sirviera el desayuno. Cuando la patrona término de desayunar el chofer se dirigió a ella para manifestarle que estaba listo para salir al recorrido tal como lo habia dispuesto el dio anterior. Alicita se levantó de la mesa enervada y con altivez, tiro el plato del desayuno y dirigiendose al chofer le manifestó: Abusivo, descarado, atrevido, disque paseandose por la avenida sexta con una negra en mi carro. Te han visto mis familiares y amigas, hijueputa te voy a matar, y se dirigió a su alcoba al piso segundo. El chofer comprendió la gravedad del asunto y aunque el arma de dotación estaba en su bolsillo como de costumbre, recordó lo peligrosa de su patrona que habia baleado a su esposo y luego envenenado y procuró guardar de su integridad. Alicita regreso de su alcoba y manifesto al chofer que de ahora en adelante no queria verlo, que lo odiaba que desapareciera de su vista. El chofer solicitó una explicación. Alicita no justificó su comportamiento y en contrario lo insultó de nuevo manifestándole que era un hijueputa mal agradecido, que se fuera de su casa. El chofer que se encontraba ya saturado de soportar tanto las exigencias laborales como afectivas de su patrona y ante las expectativas que le representaban su familia, no dudó en manifestarle a su patrona que la situación estaba resuelta y tiró las llaves de los vehículos y de la casa a los pies de Doña Alicia. Ante tal actitud la patrona se sintió herida o tal vez humillada por la reacción de su chofer-amante y entrando en cólera trataba de agredirlo con un tenedor que agarro de la mesa del comedor. Este la esquivaba y daba vueltas a la mesa mientras aquella lo perseguía insultándolo. Ante el escándalo suscitado las empleadas del servicio se dirigieron al comedor a investigar lo que sucedía. Alicita se encontraba encrispada como gato electrizado tratando de agredir a su chofer y gritaba recógeme las llaves hijueputa, recógemelas malparido. El chofer giraba alreedor de la mesa. Las empleadas del servicio trataron de interponerse entre ellos. Juana que era el ama de llaves y quien se sentía con autoridad en la casa, solicitó al chofer que se retirara. El chofer optó por alejarse del lugar y emprendió la retirada por la puerta del comedor hacia la cocina. Alicita empezó a balbucear y echando babaza por la boca cuan can rabioso cayó al piso presa de un ataque de nervios, convulsionando como aquellas viudas cuando van a enterrar al difunto esposo. El chofer echó una mirada y continuó su desplazamiento por el garaje a tomar la calle. Al salir a la avenida las Américas se aproximó a un pequeño expendio de licores y pidió un trago doble de aguardiente. Cuando estaba a punto de ingerir la bebida llego Mary, una de las empleadas del servicio y solicito al chofer que regresara a la casa, pues a doña Alicia le habia dado un ataque y que no respiraba, que parecía que se habia muerto, que retornara para que la llevara en uno de los carros a la clínica. El motorista se tomo el trago y manifestó a la mucama que solo regresaría a esa casa a recoger su ropa e implementos personales otro día, que lo mejor era que consiguieran un taxi para que la llevaran a la patrona donde creyeran conveniente.
Salió a la calle y paro un taxi, indicándole al taxista el servicio que se necesitaba. El taxista y Mary se dirigieron a la dirección indicada. El chofer de Alicita pidió otro trago de aguardiente y lo ingirió de un solo sorbo, enseguida salió a la calle y abordó un bus de servicio urbano de la empresa Gris San Fernando ruta dos y se dirigió a su casa que estaba ubicada en el barrio Siloe, al sur de Cali en el piedemonte de la cordillera occidental colombiana.
En el desplazamiento, que comprometía el atravesar casi media ciudad, el chofer meditaba sobre su actitud y las consecuencias económicas que le acarrearían, pero en el fondo sentía una gran satisfacción por sentirse liberado de aquel compromiso que le tenía abrumado y alejado de su hogar. Al tercer día del in suceso el motorista llamo a casa de su patrona para hablar sobre el arreglo laboral relativo a su retiro. Doña Alicia a través de su ama de llaves indicó al ex chofer que pasara por la oficina de un abogado en el edificio banco de Bogotá en el parque Caicedo de Cali para que recibiera la liquidación. Ese día en la tarde el chofer se dirigió a cobrar su liquidación. En el lapso de tiempo en el recorrido de la casa al parque Caicedo pensaba a que actividad laboral o económica se dedicaría en adelante. Al llegar al parque observó que en ese sitio se encontraban establecidas un gran numero de personas que trabajaban con unas maquinas de escribir relatando cartas, documentos, declaraciones de renta, hojas de vida, misivas de amor, cotizaciones, etc. Se detuvo por aproximadamente una hora en el parque, dialogó con algunas de aquellas personas que allí laboraban y en especial con un tramitador que por sobrenombre le decían “Mal hijo”. Este le explicó sobre las actividades que allí se desarrollaban. El vacante chofer le manifestó a su interlocutor que iba al edificio del frente y que luego regresaría para invitarlo a tomar algún refrigerio y conversaran un poco más sobre las actividades que se desarrollaban en el parque.
El chofer subió al quinto piso del edificio referido y ubicó al abogado que le tenía la liquidación. Recibió el cheque con gran desconsuelo por lo irrisorio de la suma, ya que de la liquidación se le descontaba algunos valores, incluido el de un vestuario que su patrona le había regalado y que ella saco a crédito en un almacén del barrio San Nicolás. Humillado para sus adentros pero con valor y altivez, el chofer salió de la oficina del abogado y se dirigió al parque en busca del tinterillo que había conocido hacia un rato, encontrándolo e invitándole al bar El Bogarin, donde tomaron primero un par de tintos y luego una caneca de aguardiente.
Después de dialogar por un tiempo prudente y recibir información adicional sobre el trabajo en el parque Caicedo, el ex-chofer tomó la decisión de trabajar en el parque Caicedo. Despidiéndose del nuevo amigo del parque se dirigió a los almacenes de San Andresito y compró una maquina de escribir Brother por la suma de dos mil cuatrocientos pesos. Luego se dirigió a un almacén de cadena y compró una remesa para la casa. Enseguida se dirigió a su hogar donde llegó a eso de las ocho de la noche, un poco ebrio, con los elementos adquiridos y tres mil trescientos pesos sobrantes de la liquidación que alcanzó la suma de ocho mil. Comunicó a su esposa madre e hijos los sucedido con el trabajo de motorista y de la determinación de ir a trabajar al parque Caicedo con la maquina de escribir.
Al día siguiente, sábado por cierto, a las siete de la mañana el ex motorista se encontraba sentado en una banca del parque Caicedo con su maquina de escribir a horcajadas, esperando su primer cliente que llego quince minutos después para que le elaborara una cotización, acordando el precio del trabajo en cinco pesos. Ese primer día trabajó hasta las dos de la tarde, tiempo durante el cual estuvo casi siempre ocupado en razón principalmente porque la mayor parte de los escribientes no laboran por ser fin de semana.
Ya en la tarde al momento de retirarse conto el dinero ganado que dio la suma de veinticinco pesos. Hizo una llamada a su ex patrona y después de guardar la maquina de escribir se dirigió a la casa de aquella. Iba por la ropa e implementos personales que allí había dejado, los que según Juana el ama de llaves ya le tenían listos y empacados. Al llegar a la casa, la ama de llaves lo atendió por el garaje, y cual seria la sorpresa cuando Juana le abrió la puerta y le mostró dos chuspas donde le tenían empacados sus haberes. Las dos maletas de viaje que Alicita le había regalado fueron cambiadas por dos chuspas de papel en que se empacaba el azúcar. El ex chofer revisó sus pertenencias y una vez mas, herido en sus adentros pero orgulloso de su ego salió y abordó el taxi que lo esperaba, previo el acomodo de las chuspas en la cajuela del auto.
Con posterioridad a la muerte del coronel, Alicita entró en una etapa de libertinaje: licor, drogas, sexo. El desarrollo de estas actividades desenfrenadas y en forma ascendente en su comportamiento fue minando la salud y su patrimonio económico. El incremento en el consumo de estos elementos fue afectando su juicio, por lo que realizaba negocios en detrimento de sus bienes realizando escándalos sociales con frecuencia. Sus ingresos económicos se fueron disminuyendo en la medida que sus obligaciones aumentaban, situación que la obligó a empezar a vender sus bienes en negociaciones de las que siempre salía lesionada, cuando no estafada. Prestamos hipotecas, ventas, obligaciones fictas y ficticias recayeron sobre La Reina de Los Zancudos.
Toda esta serie de negociaciones aleatorias fueron creando en Alicita una gama de problemas y conflictos de los que trataba de escapar adentrándose mas en el consumo de licor, cocaína y pastillas, limitando su ámbito social y reduciendo su entorno a su alcoba, casi siempre acostada en su cama consumiendo y consumiendo mas y mas licor y estupefacientes. Salía de su alcoba solo a recibir a ciertas personas: prestamistas y proveedores de drogas.
El aspecto físico de la reina se fue deteriorando y su baja autoestima se fue haciendo más notoria. En la presentación personal se notaba el desaseo y el descuido al vestir. Ya no usaba las finas y costosas joyas que pretéritamente lucia, unas las había vendido, otras empeñado y otras se las habían robado. Solo usaba algunos pocos adornos de fantasía.
Alicita se encontraba desesperada en esa situación y pidió a Juana que le hiciera una llamada a su ex chofer y le comunicara el deseo conversar con él.
Una noche al llegar a casa el ex chofer recibió la llamada de Juana, con quien dialogó y luego de recibir el mensaje de Alicita le manifestó que en los próximos días pasaría a visitar a su ex patrona.
El ex chofer analizó la situación y determinó no ir a la cita con Alicita, pero un acontecimiento en el parque Caicedo motivó el cambio de decisión: una mañana en el mes de Octubre de los años setenta, estando laborando con su maquina de escribir, hasta el ex chofer llegó un personaje requiriendo los servicios de mecanografía para llenar cuatro letras de cambio por diferentes sumas para un total de cincuenta mil pesos. Cuando el mecanógrafo solicito los nombres de las personas que intervenían en la transacción el cliente manifestó: girador, Alicia A. de R.; girado, n. n. La giradora era su ex patrona Alicita, La Reina de los Zancudos. En ese momento recordó las últimas palabras del Coronel en su lecho de moribundo en el hospital departamental de Cali cuando le pidió que cuidara de Alicita y Juan Guillermo. Las últimas palabras del Coronel y el llamado de Alicita de que la visitara para conversar le hicieron tomar al ex chofer la determinación de ir en la mañana del día siguiente a casa de su ex patrona, tomó el teléfono y se comunicó con Juana manifestandole que visitaría la casa de acuerdo con el propósito anterior.
Al día siguiente el ex motorista se levantó más temprano con el fin de visitar en las primeras horas a Alicita para luego ir a su trabajo al parque. Abordó un bus urbano que lo dejó a una cuadra de la residencia, caminó ese tramo pensativo, nervioso, con un raro presentimiento. Al llegar a la mansión timbró y enseguida apareció Juana la mucama ama de llaves abriendo la puerta e invitando a seguir al visitante, a quien Juana recibió con un efusivo saludo, e invitándolo a tomar un café le manifestó que había comunicado el dia anterior a doña Alicita de la visita, quien le había ordenado hacerlo pasar a su alcoba cuando llegare el visitante. Eran aproximadamente las siete y media de la mañana. Una extraña corazonada invadía al mecanógrafo, quien tomando el tinto dialogó con Juana acerca de algunas inquietudes. Agotado el tinto y aun dialogando se dirigieron por la rampa que conducía al segundo piso donde estaba ubicada la alcoba de Alicita. Tocaron a la puerta por varias oportunidades sin recibir respuesta. Ante esta situación de silencio decidieron abrir la puerta y entrar. El mecanógrafo se quedo parado a unos pocos pasos del lecho de Alicita. Juana se arrimó a la cama y moviendo el cuerpo de su patrona para despertarla la llamaba insistentemente por su nombre. Doña Alicia no respondió al llamado de su fiel servidora. El mecanógrafo se acercó y examinó el cuerpo de su ex patrona. Tomó el pulso en su mano izquierda. No había pulsaciones. Acercó su oído al pecho de Alicita. Su corazón ya no funcionaba pero su cuerpo estaba caliente. El ex chofer miró alrededor y observo en la mesa de noche una botella de ginebra destapada casi vacía, dos pastillas de daizepan, una de mogadon y otra de sinogan. Al lado un plato pequeño de porcelana con restos de cocaína, una hoja o cuchilla de afeitar, una cuchara dulcera. Dirigió de nuevo la mirada al lecho y ya en detalle observó la prótesis dental al lado del cadaver de Alicita, quien dormía el sueño eterno.
FIN.
Autor: Antonio José Zuloaga Cabal
Segunda Edición corregida y
Adicionado en Cali por el autor. Julio Primero del año 2.008